Grita la tierra
pidiendo y reclamando,
al cielo, lágrimas.
Muy pocas nubes
pasean bajo el manto
color azul.
Tampoco lloran,
sus ojos están secos
y sin vapor.
Una sequía
se extiende por los campos
y las ciudades.
Falta la lluvia
que baje desde el cielo
con sus bondades.
Pasó el verano
en medio de sequías
y de lamentos.
El hombre grita,
lo mismo que la tierra
pero con miedo.
Su voz se oye.
Desbarra en mentideros
con tonterías.
Y es que ese grito
profundo, de la tierra,
es el que importa.
La tierra muere,
se seca y se desierta
y no hay milagros.
Le toca al hombre,
luchar, hombro con hombro
para evitarlo.
Rafael Sánchez Ortega
12/10/22