Levanto la ventana de mis ojos
y aparto las traviesas telarañas,
son nubes que cubiertas de rocío,
quedaron retenidas en el alma.
Me miras y te miro, dulcemente,
y veo tus pupilas que me hablan,
contestan, a las mías, que temblando,
saludan a tu rostro, sin palabras.
No duermen los sentidos, se estremecen,
y tiemblan los latidos como un arpa,
sumido en la utopía de la cuerdas
que buscan las caricias tan ansiadas.
Me sumo en el silencio de los sueños,
mis versos y los tuyos se entrelazan,
dejando que los labios se entretengan
y surja la pasión desde la nada.
El día se abre paso entre las sombras,
la luz, con sus caricias, tiene magia,
y entonces, como niños, nos amamos,
dejando el corazón junto a las hadas.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/10/22