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Helena Celdrán
La sucesión
resulta perturbadora.
La primera foto
muestra a una mujer joven japonesa, con una leve sonrisa, mirando a
la cámara. La segunda, corresponde a la misma modelo, pero con la
mano en la barbilla como sujetando parte de su rostro: una réplica
de su cara que exhibe por separado en la tercera imagen.
REALFACE (Cara
real) es un invento japonés -como cabía esperar por su
naturaleza extraña y desconcertante- que reproduce con
exactitud la cara de un ser humano en un material similar al látex.
Sus creadores (la
empresa Real-f) se jactan de poder reproducir hasta el último poro,
las venas de los globos oculares, los lunares y las líneas de
expresión.
Utilizan una
técnica de fotografía en tres dimensiones a la que llaman
Three-Dimension Photo Form.
Retratan a la
persona y escanean su rostro durante unas dos horas, reproducen los
tonos de piel copiándolos de las imágenes y no pintándolos.
Cada máscara se
elabora de manera individual y parte de su elaboración es manual.
Aunque sí pueden
dejar vacíos los ojos (o hacerlos de quita y pon) para que la
persona pueda ver con la máscara puesta, de momento no hacen
dientes, sería difícil que parecieran naturales y resultarían
aparatosos en conjunto.
Se comprometen a
tenerla lista en 2 semanas y cuesta 300 mil yenes (2.869 euros), un
precio que la empresa destaca como “económico” en este tipo de
encargos. Si el cliente pide más, las copias serán más baratas (60
mil yenes, 574 euros).
¿Por qué
alguien iba a querer una reproducción exacta de su cara?
Real-f sugiere que
el invento puede ser “un retrato conmemorativo”, una buena
manera de que los seres queridos tengan un fiel recuerdo de uno, un
souvenir para los descendientes.
Espeluznante.