¿Tan solo una metáfora? Un cuento de 120 caracteres; los pensamientos imposibles de un niño curioso; un texto casi tan largo como un libro, tan difícil de dejar de leer como una gran novela; la poesía automática de los buscadores, todos géneros narrativos nacidos o fortalecidos en la era de la web. Hay muchos más ejemplos, como la transformación del género epistolar con el desembarco del correo electrónico o la novela en Twitter. Pero en este recorrido por las nuevas -o renovadas- formas de contar, hemos elegido hablar de estos cuatro casos:
Ficción >141 caracteres Empezamos con Twitter, ya que la red social está en estos días organizó un festival de ficción en su plataforma, que se extendió hasta el 2 de diciembre. Nuestro primer caso es el de los cuentos brevísimos, como este: Entonces la margarita, queriendo saber si la querían, se deshojó a sí misma y murió. Su autora es Gabriela Agudo y fue publicado por la cuenta de Twitter @microcuentos, que concentra algunos de los ejemplos más interesantes del género, que tiene aroma a haiku japonés (poesía de tres versos y poquísimas palabras): Sentarse junto a ella mientras duerme, mirarla; esperar a que empiece la película muda de sus sueños. (Vicente Luis Mora)
La cuenta @microcuentos pertenece al venezolano Lenin Pérez Pérez, "creativo publicitario y lector voraz de ficción", quien le contó a BBC Mundo que comenzó el proyecto hace tres años y medio para "explorar las posibilidades literarias de lo breve". Empezó publicando casi indiscriminadamente, pero luego empezó a filtrar los textos apócrifos y hoy solo suma los de autores a los que puede rastrear, consagrados o aficionados. De hecho, dice, "no siempre los autores consagrados son quienes obtienen más RTs (que son más citados por otros tuiteros)".
Como si a la pluma se le acabara la tinta tras escribir 140 caracteres... ¿Existe una fórmula para escribir cuentos breves? "Pues no", admite Pérez Pérez, "no existe siquiera una fórmula para reconocerlos". Y dice que a veces hay discusiones "bizantinas" sobre si un texto publicado en @microcuentos es o no un cuento. Uno de sus favoritos es este, anónimo: Pobre loro: por juego le enseñé a decir tu nombre y se enamoró.
La cuenta de Pérez Pérez no es la única dedicada a la publicación de microrrelatos, hay otras varias, como @cuentos_cortos, donde se publicó esta narración: Caminó durante horas, hasta que su cuerpo no pudo mas. Se quitó su armadura humana y su espíritu desapareció. (via @Mr_Darko)
Y también hay autores que se dedican a explotar el género en la red social. El español Pep Bruno (@pep_bruno) se ha planteado el desafío de publicar -al menos- un cuento corto todos los días en su cuenta de Twitter. Este es uno de los más recientes: Salí por televisión (y no encontré el modo de volver). Os sigo desde el otro lado.
Algunos no se dejan restringir por los 140 caracteres, y estiran las posibilidades del medio hasta, inclusive, la novela. Es el caso del colombiano Héctor Abad, quien está hace tiempo jugando una suerte de cadáver exquisito unipersonal, componiendo en Twitter la novela "Los mil trinos y un trino". O también Rafael Vives, quien hila tuits para componer cuentos cortos, pero no tanto, generalmente surrealistas. Pero la de Abad y Vives es otra historia. Mientras tanto, ustedes, lectores de BBC Mundo, ¿se atreven a enviarnos un relato de microficción? Háganlo a través de Facebook o Twitter, y no se olviden de colocar la etiqueta #ficcionbreve.
Poesía mitad humana mitad robótica El sitio web googlepoetics.com es un experimento que expone el resultado lírico que puede tener la interacción humano-máquina. Sus creadores se dieron cuenta de que el sistema de sugerencias de Google, que va ofreciendo completar las opciones de búsqueda a medida que se escribe, es un impensado creador de poesía, parte obra de la máquina, parte de los humanos que van creando las tendencias de búsqueda. El sitio es en inglés, pero en BBC Mundo hicimos algunos experimentos con el mismo principio. Colocamos en la caja del buscador Google uno o dos términos de búsqueda y dejamos que el sistema sugiriera opciones en base a ellos. El resultado es una lista de 4 líneas, que pueden leerse como versos de un poema breve. Aquí, un ejemplo:
Cosa de niños... - Gael, ¿querés un chocolatín? - No, mami, hoy ya comí un alfajor a la mañana y otro a la tarde. No es necesario tanto dulce, ¿no? Esta desopilante conversación se dio entre Fiorella y Gael, madre e hijo. No salió publicada en un libro ni una revista, tampoco pasó de boca en boca. Fiorella la publicó en Facebook. Aunque existen ya en papel los libros de compilaciones de frases e ideas ingeniosas de los niños, la novedad es que las redes sociales abrieron la puerta a que cualquier mamá, papá, tío, tía, etc., pueda hacer lo propio y compartirlo con sus contactos. La mayoría, como Fiorella, son mamás, que citan las frases ingeniosas y comentarios agudos de sus hijos en las redes sociales. Mara, quien tiene dos hijos, las publica en Facebook y en su blog. El siguiente es un ejemplo de los diálogos que comparte: - Mami ¿le puedo decir algo a dios? - (Dudando) Mmmm, sí. - Ah y, ¿cómo hago? ¿A ustedes se les ocurre algún diálogo con hijos, sobrinos, nietos, que quieran compartir? Compártanlo con nosotros vía Facebook.
Los formatos largos Con el ingreso del periodismo al mundo de la web la insistencia se volvió más y más hacia la compresión, condensación, abreviatura de los textos. "La gente no quiere leer mucho, quiere enterarse de todo en un vistazo", se decía. De hecho, todavía se dice, y las audiencias le reconocen valor a la brevedad.
Pero tras el escenario central ocupado por lo sucinto, en los márgenes -paradójicamente- fue haciéndose un lugar el texto de largo formato. El motivo, según Bobbie Johnson, es que "los formatos largos son muy buenos -en ocasiones la única manera- para desentrañar la verdad acerca de las ideas complejas que dan forma a nuestro mundo". Johnson es periodista y cofundador de Matter (la cita es del video de presentación del proyecto), una revista digital que lleva la tendencia de la narrativa extensa al extremo: se publica una vez por mes y contiene un solo, muy largo, artículo, que se vende a 99 centavos de dólar en formatos para libros electrónicos, móviles y tabletas. Va por el número uno, el tiempo dirá si su apuesta fue acertada. Pero textos largos ya hay y había antes de Matter. Lo que pasó en la web es que alguien identificó el apetito por ellos, sobre todo desde que surgieron proyectos como Instapaper (que permite almacenar textos para ser leídos sin conexión, más tarde), los lectores de libros electrónicos, tabletas y móviles inteligentes.
Entre esos pioneros en registrar la tendencia están longform.org y longreads.com. Los dos sitios aparecieron en 2010 y compilan textos largos de diversas fuentes. Longreads tuvo su origen aún antes, como una cuenta de Twitter. Al lanzar longreads.com, Mark Armstrong, su fundador, publicó en su blog un texto en defensa de lo extenso. Dice allí: "Algunos ya lo entienden. The Atlantic, Lapham's Quarterly, Esquire, Vanity Fair y otros están colocando la etiqueta #longreads a sus textos más largos. Estos medios entienden algo que otros no: este es el futuro de las publicaciones en línea. El mundo está listo para más textos largos". "Mi impresión es que esta moda por los textos largos se dio por dos razones: primero, por la aparición de las tabletas y los lectores de libros electrónicos, que tienen interfaces más sencillas en las que el usuario se concentra en una sola tarea; segundo, porque cada vez leemos más lo que nos recomiendan otros a través de redes sociales, y es más probable que alguien comparta un artículo genial, ameno y extenso que una nota periodística breve y sin chiste", le explica a BBC Mundo Iván Santisteban, uno de los fundadores de Canasta Básica, uno de los equivalentes en español de longreads.com y longform.org.
El título del sitio está inspirado en el nombre que se le da en América Latina a la lista de productos esenciales que requiere una familia, porque Santisteban y quienes lo acompañan en el proyecto consideran que los textos que eligen constituyen "lecturas esenciales".
Los criterios de selección de Canasta Básica son simples: que el texto tenga más de 2.000 palabras, que no sea pago, que no esté sólo en PDF, y que pueda leerse en una sola página (lo que hace fácil transferirlo a un lector de libros digitales). Pero hay algo más, dice Santisteban: "si el artículo te interesó tanto que lo leíste de principio a fin, y luego quisiste compartirlo con algún amigo, probablemente deba ir en Canasta Básica". Para él, este artículo de Leonardo Haberkorn, "El pueblo que quiso salir en televisión" (publicado originalmente por la revista Gatopardo), sobre un pueblo uruguayo que vivió una tragedia televisada, resume todo lo que debe tener un buen texto largo de no ficción.