Mike Lanchin, BBC
Isabelle Dinoire antes
de sus heridas, después de la operación y en 2009.
Hace siete
años la francesa se convirtió en la primera persona que recibió un
trasplante facial. En una entrevista con la BBC describe cómo
enfrenta las miradas de los demás y su anhelo de conocer a la
familia de la mujer cuya cara ahora lleva.
"Lo más
difícil es encontrarme a mí misma nuevamente, como la persona que
era, con la cara que tenía antes del accidente. Pero sé que eso no
es posible" dice la mujer de 45 años, madre de dos hijos, que
vive en el norte de Francia.
"Cuando me
miro en el espejo veo una mezcla de dos. La donante siempre está
conmigo".
Y después de una
pausa agrega: "me salvó la vida".
Dinoire
regularmente rechaza pedidos de entrevistas en los medios de
comunicación y rara vez accede a que la fotografíen.
Se le ve relajada
y segura de sí misma, pero la experiencia traumática ha dejado su
marca, física y mentalmente.
Todavía tiene una
cicatriz visible que comienza sobre la nariz y va hasta el mentón.
Estas son las
suturas que durante 15 horas realizaron los médicos especialistas
del Hospital Universitario de Amiens, en el norte de Francia, cuando
unieron la cara de la donante a la suya.
Uno de sus ojos
está ligeramente inclinado.
Trauma
Habla con un
ligero impedimento y, con una simplicidad que casi alarma, recuerda
cómo, en una crisis de depresión en mayo de 2005, tomó una
sobredosis de somníferos intentando suicidarse.
Despertó
encontrándose en su casa rodeada de un charco de sangre y con su
perro labrador a su lado.
El perro
aparentemente la había encontrado inconsciente y, desesperado por
despertarla, le mordió y arrancó la cara.
"No podía ni
siquiera imaginar que lo que estaba allí era mi cara o mi sangre, o
que el perro había masticado mi cara" dice.
Las heridas en
su boca, nariz y mentón eran tan extremas que los médicos de
inmediato descartaron una reconstrucción facial rutinaria. En vez de
eso propusieron un trasplante pionero.
"Desde la
primera vez que me vi en el espejo después de la operación supe que
había sido un éxito. No se veía muy bien debido a los vendajes,
pero tenía una nariz, tenía una boca. Era fantástico"
explica.
"Pude ver en
los ojos de las enfermeras que había sido un éxito".
Isabelle no podía
hablar apropiadamente debido a una traqueotomía realizada para la
operación. Todo lo que pudo murmurar fue un simple "gracias".
El placer que
sintió con su nueva cara, sin embargo, pronto se hizo amargo. No
estaba preparada en absoluto para la atención que recibió su caso.
Fue perseguida por
los medios de comunicación, acosada por transeúntes y curiosos.
Dinoire pasó meses después de la operación encerrada en su casa
sin aventurarse a salir.
"Fue
intolerable. Vivía en una ciudad pequeña así que todos conocían
mi historia. Al principio no fue fácil. Los niños se reían al
verme y todos decían: '¡mira es ella, es ella!'". La hacían
sentir como un "animal de circo" dice.
Hoy la gente
todavía la reconoce en su ciudad pero la atención "no es tan
brutal" como antes, explica.
"Con el
tiempo me acostumbré a mi propia cara. Así es como me veo, lo que
parezco, lo que soy. Si la gente me mira fijamente con insistencia,
ya no me importa tanto. Yo también los miro fijamente" afirma
con una ligera sonrisa.
Pero ¿ha
cambiado su personalidad de la misma forma como cambió su
apariencia? "No" responde rápidamente.
"Soy la
misma, pero con una cara diferente".
El futuro
Según la
profesora Sylvie Testelin, una de las cirujanas del equipo que operó
a Dinoire en Amiens, no a todos los pacientes con lesiones faciales
severas se les ofrece la oportunidad de un trasplante.
En 2005 nadie
estaba seguro de los efectos a largo plazo en los pacientes que
debían tomar una combinación de medicamentos para el resto de su
vida para evitar el rechazo del organismo al nuevo tejido.
Pero en el caso de
Dinoire, y de otros dos personas en Francia que han recibido
trasplantes exitosos desde entonces, los beneficios han superado a
los riesgos.
"Nadie
puede imaginar cómo es vivir sin una cara. Ella (Isabelle) sí
puede. Pero debemos asegurarnos que la operación es correcta
para el paciente" afirma la profesora Testelin.
Algún día
Dinoire tendrá que enfrentar la posibilidad de que su organismo
sufra un rechazo grave, explica. Y agrega que ella también, como
su médica, está preparada para ello. Aunque espera que esto nunca
ocurra.
Dinoire es más
práctica sobre su futuro. "Me digo a mí misma que todo estará
bien. Si tomo mis medicinas todo deberá estar bien".
Por ahora pasa sus
días visitando a unos pocos amigos cercanos y paseando a su nuevo
perro. Quedó devastada cuando su labrador tuvo que ser
sacrificado en 2005.
Todavía tiene
crisis de depresión. Dice que constantemente piensa en la mujer
muerta cuya cara le fue donada. Poco después de la operación se
puso a buscar en internet los detalles de la donante anónima cuya
identidad, como lo establecen las leyes francesas, nunca podrá
conocer.
"Cuando me
siento triste o deprimida me miro al espejo y pienso en ella. Y me
digo a mí misma que no debo rendirme. Ella me da esperanzas".
Y algún día,
dice, le gustaría poder conocer a la familia de la mujer para
agradecerle por lo que describe como su "donación mágica".