Bailaban las estrellas en la noche
con música divina celestial
y yo me contagié de su dulzura
soñando que ya era un Peter-Pan.
Seguía tras las alas del cometa
buscando campanillas de cristal
y entonces me encontré que me llamaban
las olas y resacas del hogar.
¡Qué danza más hermosa me brindaron,
y alfombras con blancura sinigual,
las flores que tejían los latidos
de un arpa que sonaba sin parar!
Pasaron las gaviotas presurosas
y algunos cormoranes, al final,
buscando la rutina de la tarde
y el sol que les llegaba a calentar.
Bailaban los poemas en el alma
del niño con sus versos de rapaz,
y aquella lengüecilla temblorosa
cantaba a la sirena de altamar.
"...No llores sirenita de mi alma
preciso de tus nanas y tu paz,
abrázame muy fuerte en esta noche
y llévame contigo hasta la mar..."
Rafael Sánchez Ortega ©
24/05/23