Jon Kelly
BBC Magazine
Imagínese que se pone de pie
frente a todos sus colegas, se aclara la garganta
y se prepara para
hablar toda la noche sin parar.
Quizás se ha
llevado algo para comer. También puede estar equipado con guías
telefónicas, para leer en alto en caso de que se le acabe lo que
tiene que decir.
Y sin duda
tendrá muy bien pensado cómo hacer cuando necesite ir al baño.
Pues esta curiosa
táctica se ha usado históricamente en los parlamentos de todo el
mundo, generalmente por parte de legisladores que alargan sus
discursos hasta cumplir el tiempo designado, de forma que no se pueda
llevar a cabo la votación en cuestión.
Así,
parlamentarios distinguidos han narrado discursos épicos sólo para
perder el tiempo y ralentizar o bloquear una legislación.
Quince horas
narrando recetas
Los ejemplos más
espectaculares proceden del senado estadounidense, donde en 1935, el
senador demócrata de Luisiana, Huey Long, trató de frenar una ley
al divagar durante más de 15 horas enumerando recetas sobre cómo
preparar el aliño de roquefort para ensaladas y discutiendo
detalladamente cuál era la mejor manera de preparar las ostras.
Más de dos
décadas después, el veterano senador de Carolina del Sur Strom
Thurmond batió el récord al obstruir el debate de una ley
hablando durante 24 horas y 18 minutos.
El senador leyó
en alto las normas de votación de todos los estados de EE.UU. y
recitó íntegramente el discurso de despedida de George Washington
para tratar de frenar una ley que pretendía extender el derecho
de voto a los afroamericanos.
La palabra
filibuster (significa obstruir u obstrucción), que deriva de un
vocablo con el que los holandeses se referían a los piratas, está
ya totalmente integrada en el sistema político estadounidense.
En los últimos
años, los senadores de ese país han desarrollado incluso el
"filibuster silencioso", un método según el cual
simplemente tienen que mostrar su intención de bloquear una
legislación hasta que los partidarios de la normativa reúnan el
apoyo de tres quintas partes de la cámara.
Pero Harry Reid,
el líder de la mayoría demócrata en el Senado, que en 2003 habló
en esa cámara durante más de nueve horas, ahora quiere que
cualquiera que tenga una objeción levante su voz.
Y eso podría
significar el regreso de los debates de las décadas de 1950 y 1960
cuando políticos sureños como Strom Thurmond y Robert Byrd hablaron
toda la noche en un esfuerzo por bloquear reformas relativas a los
derechos civiles.
Resistencia
física
De ser así, la
nueva generación de legisladores deberá echar mano de la
resistencia física que demostró tener por ejemplo Thurmond.
Según su
biógrafo, Joseph Crespino, el político que defendía la segregación
racial y que murió en 2003 a los 100 años estaba completamente en
forma, se había preparado meticulosamente para ese reto y llevaba
los suministros necesarios de comida y bebida.
Además, según
explica Crespino, el senador hablaba en un tono bajo y monótono para
conservar su voz. Y, salvo un descanso de 30 minutos tras las
primeras horas de su disertación, en las que cedió la palabra a un
senador afín, Thurmond estuvo de pie todo el tiempo.
Para los
historiadores, lo más desconcertante fue saber cómo consiguió no
ir al baño durante tanto tiempo. "Es una especie de misterio
urológico" asegura su biógrafo, quien recuerda que una de las
primeras preguntas que le hicieron los periodistas al acabar su
discurso fue "cómo consiguió contener su vejiga".
Entonces, Thurmond
les respondió que había visitado la sauna del Senado antes para
deshidratarse de forma que su cuerpo absorbía líquidos como una
esponja.
Pero también hubo
rumores que sugerían que había usado un método más furtivo: Y es
que un empleado afroamericano del Parlamento aseguró que el senador
llevaba una sonda.
¿Aguantará la
opinión pública?
Pese a que esta
técnica se ha practicado especialmente en EE.UU. en el siglo XX, la
práctica viene de atrás. En la Antigua Roma, Catón el Joven
obstruyó una legislación en el Senado al hablar hasta que se hizo
de noche.
Sin embargo, no
todos los "filibusteros" recurren a largos discursos. Por
ejemplo, los parlamentarios neozelandeses bloquearon normas locales
en 2009 al proponer miles de enmiendas, muchas de ellas en lengua
maorí, que después debían ser traducidas al inglés.
Hoy en día muchos
parlamentos tienen reglas estrictas sobre el tiempo que pueden hablar
los representantes. Pero este no es el caso del Senado de EE.UU.
En los últimos
años, se ha culpado al incremento del partidismo de una serie de
filibusters silenciosos. Pero si los planes de Reid de cambiar las
normas tienen éxito, los discursos maratónicos podrían regresar.
Otra cuestión
es si la opinión pública lo tolerará.
En la era de la
televisión las 24 horas, los políticos pueden ser más reticentes a
involucrarse en actuaciones barrocas para perder el tiempo tal como
hacían sus antecesores, opina el profesor Gregory J. Wawro de la
Universidad de Cornell y coautor del libro "Filibuster:
Obstrucción y legislación en el Senado de EE.UU".
"En la edad
de oro de los "filibusteros" y en los días de Huey Long,
eso no se veía en la tele", afirma el profesor quien se
cuestiona si los políticos querrán ser vistos "leyendo la guía
telefónica o libros de cocina".
Así que si hoy
en día a algún político se le ocurre hacer algo similar, no sólo
tendrá que pensar en prepararse refrigerios, sino también en lo que
los votantes pensarán de esa ostentosa pérdida de tiempo.