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Toyota
presenta su nuevo auto concepto: computadora móvil.
La industria
automotriz está experimentando cambios en los últimos tiempos, no
sólo en lo que a mercado se refiere, también en otros eslabones de
la cadena de valor. El último en sufrir dicha transformación es el
de la innovación, amenazada ahora por un progresivo intrusismo que
merma los recursos destinados a este área.
En un panorama
automovilístico como el actual, en el que los coches son vistos cada
vez más como tecnología punta, la entrada de empresas
tecnológicas y compañías start-ups muy especializadas ya han
comenzado a cambiar los paradigmas de la innovación que hasta ahora
habían caracterizado al sector del automóvil.
Cuando antes eran
las divisiones de investigación y desarrollo de los propios
fabricantes los que se encargaban de proyectar el futuro mediante
nuevos avances técnicos, ahora son otras compañías propiamente
tecnológicas las que han empezado a suplir esa función dentro del
sector, con el consiguiente deterioro en los departamentos de I+D que
ello conlleva.
El ejemplo de
General Motors
Un buen ejemplo de
esto último lo constituye el caso de General Motors. El gigante de
Detroit decidía la pasada primavera recortar en un 25 % la plantilla
empleada en su División de Investigación y Desarrollo.
Tal recorte, que
fue visto desde fuera como un paso atrás en la tradición de
innovación del grupo estadounidense, pretendía sin embargo dar un
paso más adelante en esa estela.
La razón de esta
decisión, a priori tan contradictoria con los objetivos de su
estrategia, la esgrimía el responsable de llevarla a cabo.
Jon Lauckner,
director del Departamento de Tecnología de General Motors, ha
explicado a la revista Forbes cuál era su intención al suprimir 100
de los 400 empleos que conformaban el departamento de I+D.
Lo que Lauckner
pretendía era adaptar la estructura de la compañía a los nuevos
cambios de la realidad de la automoción.
Desde el
momento en que muchas de las mejores ideas para el automóvil del
futuro no llegan desde dentro de los fabricantes sino de otras
empresas ajenas al sector -gigantes tecnológicos como Google o
Apple, por ejemplo, o revolucionarias start-ups líderes en campos
muy específicos-, empieza a ser más rentable acudir a esos
terceros agentes antes que emplear un mayor volumen de recursos por
cuenta propia.
Externalizar el
I+D
Una suerte
de externalización productiva que, en el caso de GM, está
encontrando su centro neurálgico en muchas compañías asentadas en
Silicon Valley y en otras regiones del mundo que se caracterizan por
sus altas cotas de inversión en innovación como, por ejemplo,
Israel.
De este modo, si
antes General Motors se situaba entre los fabricantes a la vanguardia
de los nuevos avances (sirva para ilustrarlo el desarrollo del
primer airbag en 1973 o el del primer convertidor catalítico un año
después), ahora el gigante de Detroit acude a empresas como, por
ejemplo, la coreana LG para obtener colaboración en el desarrollo de
la próxima generación de baterías y mecánicas eléctricas; o
también a start-ups como Envia Systems, con quien ha desarrollado
unas mejores y más asequibles baterías para coches eléctricos que
ofrecen el doble de autonomía por la mitad de precio.
El automóvil de
hoy avanza a más velocidad de la que pueden asumir sus propios
fabricantes y, por ello, no debe resultar extraño si en los próximos
años el sector comienza a reestructurar su modelo de investigación
y desarrollo para encontrar respuestas más rápidas, eficaces y
económicas en otras compañías especializadas en según qué áreas.
Porque, como dice
el propio Lauckner, "el camino hacia la innovación ha
cambiado para nosotros con el paso del tiempo".