El río se despierta
y canta en la mañana,
dejando en sus canciones
el timbre de las aguas.
Algunos remolinos
destilan esperanza,
rumores sinuosos
cargados de palabras.
Y entonces se revuelven
pasiones en las almas,
hogueras que dormían
ajenas a las llamas.
Y empieza la tormenta,
la vida se desata,
y cobran movimiento
las gentes y las plazas.
Despiertan las palomas,
los niños se levantan,
y van a los colegios
dejando atrás sus casas.
Un día, como tantos,
alegra la jornada,
las risas que florecen
en labios y en las caras.
Y el río continúa
cantando su tonada,
meandros y corrientes
prosiguen con su aria.
Un dulce escalofrío
te llega a la garganta,
amando lo que tienes
tan cerca y das las gracias.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/10/24