Se va apagando la voz
que nos dejan las resacas
y se estira su figura,
soñolienta, por las playas.
Hay un silencio profundo
de los mares y las aguas,
y ya descansa el salitre
con el yodo y con las algas.
Es una noche de otoño
soñolienta y solitaria
en que el poeta camina
buscando paz en su alma.
Y la encuentra, no lo dudes,
en los versos que le manda,
una luna, que en el cielo,
aparece y se destaca.
Es la reina de los cielos,
con estrellas que la guardan,
y cometas que recogen
sus sonrisas y sus lágrimas.
Y aquí abajo, yo me encuentro,
prisionero y sin palabras,
de este instante tan precioso
y los besos que me manda.
Y es que la luna es ternura
y caricia con su calma,
que serena las pasiones
y transforma las miradas.
Las pupilas ya se animan
y los labios hasta cantan,
la canción de los marinos
cuando surcan la bocana.
¡Cuántas letras y leyendas,
esas voces, hoy cansadas,
nos dejaron en las noches
junto al fuego de las casas!
Me estremezco al recordarlo
y hasta vuelve aquella infancia,
en que el niño y el poeta
se fundían en su magia.
"...Se va apagando la voz
y la noche ya se pasa,
con las sombras y las nubes
anunciando la borrasca..."
Rafael Sánchez Ortega ©
28/10/24