Volví a sentir
tu voz y tu palabra
en la distancia.
Y es que tu amor
estaba en mis latidos
con tu recuerdo.
Necesitaba
tus besos y caricias
y tu mirada.
El paso firme,
conmigo, caminando,
por los senderos.
La mano tierna
con dedos delicados
entre los míos.
Y la sonrisa,
perenne, de tus labios
que me hechizaba.
Pero era un sueño,
hermoso, como siempre,
en unos versos.
Sueños de niño
en alma de un adulto
enamorado.
¡Cuánta utopía
encierran los suspiros
y los recuerdos!
Pero la vida
es sueño y poesía,
como en la infancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/11/24