Nuevamente llega el frío
con los días del invierno,
de este enero perezoso
que nos deja el año nuevo.
Y persiste con la lluvia
con tormentas y con vientos
y con nieblas silenciosas
de bufandas y sus velos.
Bien se añora aquella lumbre
y los ratos junto al fuego,
en hogares y en cocinas
de otros años y otros tiempos.
Fueron años juveniles
hoy perdidos con recuerdos,
que han quedado tras la niebla
en rincones del cerebro.
Son jirones y añoranzas
que regresan, como versos,
en las letras que a diario
se deslizan al cuaderno.
Y estas letras tienen vida,
llevan sangre a nuestros dedos,
y acelera los latidos
que renacen en los pechos.
Surgen brasas con la leña
y relatos y algún cuento,
al abrigo de la lumbre
y a la sombra del abuelo.
Y es que el tiempo se detiene,
vuelve atrás su minutero,
y nos lleva en un instante
a ese mundo tan sincero.
Fue un instante de la vida,
primavera y hoy recuerdo,
que perdura, en el presente,
y que vuelve a nuestro encuentro.
Con la niebla en los cristales
hoy me abraza todo aquello,
son retales de un poema
en un viejo pensamiento.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/01/25