8/365 Persona y personaje

Publicado el 14 mayo 2014 por Marikaheiki

Este es el día 8 de 365 días de escritura.

Asumo que hoy no escribo, pero recupero. Todos tenemos preguntas que nos hacemos una vez tras otra. La mía es cómo conjugar persona y personaje (todavía estoy descubriéndolo).

Agosto, 2013. Sin fecha.

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Los escritores somos actores bajo la manga: en la imaginación nos convertimos en cualquier cosa que no existe y por fin somos. ¿Somos qué? Convertimos al resto. Lo en apariencia banal, ¡pum!, se convierte en historia. Todo aquello que decíamos, la literatura, la vida, ¿qué es si no? La contamos con palabras grandes y construimos las imágenes. Una conversación de un minuto, ¡splash!, se convierte en una ciudad gigante de la que surgen y se hilan los brazos de un gran tapiz.

Y ahora la pregunta: ¿cómo lidiar entre persona y personaje? ¿Acaso conozco la verdadera frontera que los separa? Quiero contárselo: tú ahora eres otra cosa, algo que existe en tinta azul. Te he creado con trozos de ti, trozos de sueños, te he dado misterios que tú aún no conoces y te he robado otros. Y esos misterios, ¿son acaso míos, o son tuyos? Y si hablásemos de ellos, ¿no estaríamos implorándolos, renaciendo monstruos de los que no se puede hablar? En mi ficción tú eres ese caos que sigues siendo en la piel. Pero un caos bonito, en el que yo no me tengo que preguntar continuamente si la incertidumbre de ti me pertenece.

A la vez pensaba que existen dos tipos de sexo. Uno de ellos está hecho de sudor primero, y cuando llega la corriente y lo seca, no queda nada, porque es de ojos vacíos, huecos. El otro es una continuación de un comienzo: una página de regalo en el libro increíble en el que vivimos sumergidos. Primero no hablamos de nada, pero después construimos mundos y nos diluimos nosotros porque en realidad no importamos tanto, somos una masa común y ecléctica, una mezcolanza dulce de arenas de África y el verde de mi norte. Queremos símbolos. ¿Queremos? Es más intensa la espera, la expectativa, las palabras que resuenan, son campanas y destellos y nosotros los seres literarios que creamos el uno para el otro por definición. No hay otras cosas. Por eso solo existimos allí arriba, en el desierto.