9 - vivir las consecuencias

Publicado el 24 agosto 2012 por Alfredomilano


VIVIR LAS CONSECUENCIAS - Iris Herrera de Milano

Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las que los padres de un niño algo "travieso" y que ha dañado la propiedad de algún vecino, se muestra ofendido cuando esta persona va a quejarse de la conducta del "travieso".

En muchas oportunidades los padres, en un acto carente de toda pedagogía, se muestran ofendidos ante el reclamo y poco falta para que califiquen de "acosador" al vecino en cuestión.

Años después, nos enteramos de que ese mismo "niño travieso" -ya convertido en adulto y sin padres que le demuestren solidaridad automática- tiene cuentas pendientes con la justicia por haber arrollado con su vehículo a una persona y haberse dado a la fuga.

Si los padres de ese "niño travieso" le hubiesen dado la oportunidad de darse cuenta de que todo acto tiene consecuencias -y de que necesita experimentarlas para poder aprender y madurar, en lo personal y en su relación con las demás personas- el futuro de ese niño seguramente habría sido diferente.

Como padres no tenemos que mostrarnos reacios a aprovechar las oportunidades de aprendizaje que, voluntaria o involuntariamente, se le presenten al niño.

No tenemos que temer ser tildados de "duros" cuando preferimos que nuestro hijo viva las consecuencias de sus actos. Si rompe algo, es natural que se le aclare que su conducta ha sido inadecuada y que, además, debe resarcir a la persona por la falta cometida.

Si dañó la pintura del carro del vecino, deberá pagar por el costo de la reparación. ¿Cómo? Los padres pueden, por una parte, pagarle al vecino para el arreglo del vehículo y, por otra, hacerle un préstamo blando al hijo, para que le reponga a los padres ese dinero que -por su comportamiento inadecuado- hubo que gastarlo en un imprevisto que no tenía que haber existido, y que deberá pagar el préstamo administrando su propia mesada.

Nos dirá alguien que "no es bueno que el niño se frustre, porque después no se va a atrever a hacer nada y va a perder la iniciativa".

Le respondería:

Es conveniente y necesario que experimente la naturaleza de la emoción que, a su vez, está sintiendo el vecino a quien le causó un daño material.

Es conveniente que experimente los efectos de su conducta, para que aprenda que existen límites en las relaciones humanas, algunos de los cuales son impuestos por la costumbre y otros están estipulados en normas y leyes.

Es conveniente que se dé cuenta de que esas conductas tienen consecuencias a diferentes plazos: en lo inmediato, en el reclamo por parte del vecino; en el mediano plazo, en que debe resarcir el daño, adquiriendo una deuda con sus padres y experimentando la reducción del monto neto de su mesada; y en el largo plazo, trasladando ese aprendizaje a situaciones que se presenten en el futuro.

De esta manera, enseñando al "niño travieso", colaboraremos activamente en la construcción de una sociedad sana, al evitar fomentar las conducta inadecuadas de ese niño.

Unos cuantos sociópatas (*) se forman de esa manera. Se acostumbran a ejercer -sin temor al castigo, es decir a la consecuencia- ese poder abusivo, gestándose su conducta en una infancia de permisividad excesiva y de exculpación repetida por parte de unos padres encubridores.

Vivir las consecuencias, reparar el daño, corregir el curso de acción, prevenir problemas innecesarios; todo esto es parte del aprendizaje de la convivencia social, que no es más que el reconocimiento de la existencia de límites a la propia actuación y la demostración del respeto a los derechos de los demás.

------------------------------------
(*) Algunas definiciones útiles:

1.- La sociopatía, también conocida como trastorno de personalidad antisocial (TPA), es una patología que, básicamente, consiste en que las personas que la padecen carecen de la noción de la importancia de las normas sociales, las leyes y los derechos individuales.

2.- El trastorno antisocial de la personalidad se caracteriza por un patrón general de desconocimiento y violación de los derechos de los demás. Este patrón ha sido denominado también como psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad.