Hay dolores que me humanizan.
Soy este murmullo que grita.
Este río que se apaga.
La sangre que fluye de la herida.
La cabeza rota y la fruta amarga.
Hay dolores ajenos que me pisan.
Mientras tanto,
me callo atrapándome en una sonrisa.
Todas las noches mientras dormir intento
aparece la penumbra afilada
y me escondo bajo el peso de la piel
y el párpado.
Y ahí te escucho, que llegas y arrancas mis nervios.
Y los estiras.
Porque no me queda sino este adentro
en donde el cuchillo y el diente habitan.
Hay dolores.