Aquella noche, al sentarse a la mesa ante la mirada de sus padres, Romualdito se sentía anonadado. Su padre le había dicho muchas veces que un pajarito verde le contaba al oído todo lo que él hacía. Era, pues, indudable que el pajarito verde le había contado su delito. Sin embargo Romualdito tomó su sopa, con las narices metidas en el plato, sin que ocurriera novedad alguna. Sus padres, como siempre, hablaban de cosas incomprensibles…
Llegó el segundo plato, y lo mismo. Su madre le preguntó con indiferencia:
-¿Te pasa algo Romualdito?
Romualdito levantó los ojos y dijo con aplomo
-No me pasa nada, mamá.
No bien dijo esto tembló pensando lo que iba a ocurrir. ¡Había dicho que no pasaba nada, y había fumado! La mirada de su padre, que según este afirmaba, leía en el interior de su hijo, iba a descubrir su mentira. El fraile que se lleva a los niños iba a aparecer y lo iban a encerrar en el cuarto de las ratas. Aguardó un instante angustioso. Nada. El silencio, turbado por el chocar de los platos y los tenedores…
Al llegar el tercer plato, don Rotulado dio un golpe en la mesa. Romualdito se estremeció. Pero era que don Romualdo opinaba que la salsa del pescado tenía poco perejil…
Así, poco a poco, Romualdito fue serenándose y adquiriendo confianza sí mismo. Al llegar a los postres, miraba ya a sus padres frente a frente y sonreía. La comida había transcurrido con la cotidiana vulgaridad. No cabía duda: El mozo de cuadra tenía razón. Aquella distinción de “detrás” y de “delante” era toda una ciencia maravillosa, quizá toda la ciencita de la vida, y Romualdito, con la mirada lejana y sonriente, descubría horizontes nuevos e insospechados.
Cuando terminó según el precepto de su buena educación, Romualdito se levantó, dio un beso a su padre y a su madre.
Dijo ”Buenas noches”, en inglés, y se marchó. Don Romualdo exclamó con ternura viéndole irse:
-¡Es un ángel!
Y apuró con satisfacción su taza de café…
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La severa educación de Romualdito - Jose María Peman / canahlla