Con Muriel Spark, siempre es como la primera vez. No es de extrañar que inspire un culto que, en nuestro país, es casi clandestino, dado el trato que le dispensan las editoriales. Tras éste mi tercer título de la Spark, una vez más me encuentro con una historia la mar de sencilla, y una vez más vuelvo a preguntarme de qué trata el libro, qué es lo que de verdad nos cuenta la autora con su extraordinaria capacidad narrativa, su facilidad para cautivar al lector y su estilo entre sobrio y dicharachero.
La señora Spark nos habla sobre los principios, tanto los éticos como los literarios, nos dice Claire Tomalin en la contraportada. Se agradece la observación. Uno está tan desconcertado (y siempre fascinado) que por un rato se agarra a ese comentario para verter un poco de luz sobre un libro que, en apariencia, no tiene nada de desconcertante. La perplejidad de este lector resulta, sobre todo, del modo en que la autora inserta, aunque sin tomárselo muy en serio, el tema de la radiónica, así como una historia pseudodetectivesca (el misterio de los mensajes anónimos a Wanda) en lo que, por lo demás, parece una sencilla historia basada en experiencias personales de la autora. Así que ¿por qué no?, quizá esta novela nos esté hablando de principios. Yo sospecho, no obstante, que Spark, felizmente, no tiene un concepto tan instrumental de la literatura como para decir "quiero hablar de los principios y para ello voy a escribir una historia como la que sigue". De ahí, la posible frustración de algún lector: ¡Ah, las intenciones! ¡¡El mensaje!! ¿Cuál es el mensaje?
Con Muriel Spark, me da la impresión (todavía no la he leído lo suficiente), a uno más le vale guardarse de hacer afirmaciones tajantes sobre las intenciones de la autora. Es más lista que nosotros, sin que ello sirva de crítica. Sabemos, sí, que hay una clara intención de recrear una época y un lugar muy concretos. Intuimos que la narradora, tanto Nancy como Joan en Las señoritas..., tienen mucho de Spark. Estamos convencidos de que la construcción, estructura, desarrollo y lenguaje de la obra son por lo menos tan importantes como las "intenciones", y eso es lo que nos hace disfrutar. Y, ¿aparte de eso? Podemos, si somos muy osados, sugerir que Nancy tiene algo de bruja, por su afición a echar el "mal de palabra", por su invulnerabilidad ante la radiónica, o por su facilidad para cambiar de aspecto casi a su antojo. Más allá, sin embargo, todo son conjeturas, felices conjeturas que nos hacen buscar desesperadamente a alguien que también haya leído el libro y podamos preguntarle de qué trata.