Hay que ver cómo cambian nuestros gustos y prioridades con el tiempo. Recuerdo que, al principio -cuando comencé a interesarme por la decoración y el interiorismo-, las características que me llamaban la atención de una vivienda eran el número de habitaciones, la distribución y el mobiliario. Después empecé a fijarme en las posibilidades geométricas y espaciales, en los detalles, los materiales y el emplazamiento. Por deformación profesional, las calidades, el tipo de construcción y las instalaciones empezaron a adquirir cierta relevancia. La luz ha sido siempre una necesidad y vivir frente al mar un sueño. Pero nunca dí demasiada importancia a las vistas. Ni siquiera entendía a esa gente que se obsesionaba con encontrar un piso con vistas. Las vistas están bien pero no son fundamentales, pensaba yo.
Mis prioridades han cambiado, y ahora, a mis 30 años, entiendo perfectamente lo que supone poder disfrutar de unas buenas vistas. Para mí tienen un efecto similar al de la playa: un efecto lenitivo. Da igual que las cosas vayan mal, que todo a mi alrededor parezca caótico o desordenado, que el mundo esté al revés. Si puedo sentarme a leer un libro delante de una ventana como ésta o si puedo tumbarme un rato en la arena y dejarme acariciar por el sol y las olas, mi alma estará en paz.
Estas increíbles imágenes son del blog Freunde Von Freunden (podéis leer el post completo y ver el resto de esta vivienda aquí). Dí con ellas hace una semana y desde entonces no me quito de la cabeza este ventanal.
¿Qué me decís sobre vuestras prioridades "residenciales"?
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