Revista Diario

A Juanita Merino, in memoriam

Publicado el 26 abril 2011 por Miguelmerino

A Juanita Merino, in memoriamNo es tu cumpleaños, ni tu santo, ni el aniversario de tu muerte. Tampoco es que de repente hoy te haya recordado, porque lo cierto es que, si no todos los días, uno si y otro también, te recuerdo. Pero igual de cierto es, que después de trece años y algunos meses, hoy por primera vez te escribo. Tampoco en esto hay nada especial, ya en el colegio siempre te quejabas de que te escribía muy poco, apenas nada. Y además, ya estoy con mis trampas de siempre, no te escribo a ti, me escribo a mí mismo con tu pretexto. Como ves, tampoco he cambiado mucho en este tiempo.

Lo cierto es que sin saber como ni porqué, me he encontrado dándole vueltas en la cabeza a aquel trece de diciembre. Ya llevabas nueve días ingresada y casi los mismos sedada. Aquella habitación de “El Sabinal” empezaba a sernos más cotidiana que nuestra propia casa. Esa tarde cuando empezaron a llegar las visitas yo me sentí mal, muy mal. Me dio uno de mis frecuentes ataques de misantropía y me fui a caminar solo por los alrededores del hospital. Después de un buen rato caminando, me senté en uno de los bancos de piedra que encontré en una zona solitaria y me dediqué a leer un rato. Mas tarde, cuando regresé al bullicio de la habitación, me preguntó “Georgie” que qué me pasaba, le dije que nada, sólo que creía que hoy se terminaba todo, que hoy era el día. Me dijo algo como que bueno, que era mejor así, que dejarías de sufrir, en fin, esos tópicos que siempre utilizamos para intentar mitigar el dolor, que no suelen servir para nada, pero a los cuales somos incapaces de sustraernos. Por la noche sólo quedamos “Ángela”, “Mari Carmen” y yo. Nos pusimos a recordar anécdotas tuyas y nos dimos una buena “panzá” de reir. Ninguno de los tres queríamos dejar la habitación, de alguna forma, éramos conscientes de que no pasaría de esa noche. Las mujeres me insistieron para que fuera a la máquina a por café, me hice de rogar bastante, pero a último no me quedó mas remedio que claudicar. Llegué hasta la máquina y cuando había sacado los encargos oí a alguien llamarme, saltaron por los aires los vasos y me di la carrera mas inútil de mi vida. Ya habías muerto. Sin eufemismos, no te fuiste, no nos abandonaste, no pasaste a mejor vida, simplemente habías muerto. Luego vendría el ponernos transcendentes, que si no quisiste morir conmigo en la habitación, que si estabas esperando a que yo saliera. No creo que se pueda elegir el momento de la propia muerte, a excepción hecha del suicidio, claro está, pero así sucedió. Si fue “motu proprio” o azar, sólo tú lo sabes.

Un beso Juanita.

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Esta entrada la escribí en febrero de 2007 para colgar en la web de Antiguos Alumnos de Los Hogares Hernán Cortés (hay un enlace en el apartado de Blogs amigos). Estos días me he acordado de que existía este escrito pero que no lo tenía guardado bajo mi custodia y me ha parecido prudente rescatarlo, por lo que pudiera ocurrir. Y una vez recuperado, tampoco me ha parecido mal colgarlo aquí, aunque hoy no sea ni su santo, ni su cumpleaños, ni el aniversario de su muerte. O por ello precisamente.


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