Tu siesta
inmóvil, lejana, desnuda
con la lluvia atravesando el patio
y tu cuerpo
a tiempo, fresco, tornasolado
hacen de mi tarde
una rosca llena de dulce de leche
de satíricos cafés
de deseos reverdecidos a las cinco
una tarde con olor a raíces
y anoche
anoche me preguntaste
que tenían tus ojos
que un todo peregrino los reclama
y tienen eso
tus ojos tienen
la insolencia de hacer desaparecer el mundo
a la hora de la siesta.
Rubén Callejas