Revista Literatura

A la mujer de los ojos grana y oro

Publicado el 29 enero 2012 por Njimenez79
Un amigo escribió una vez que se te pusieron los ojos grana y oro cuando me viste presentar mi primer libro en Las Ventas. Y después explicó -quizá tú ya lo sabías, de tanta tabarra como te doy a veces- que grana y oro es el color de los valientes.
Acertó sin conocerte. A veces quieres empeñarte en dejarte vencer por una engañosa fragilidad, pero sabes bien que eres una mujer de hierro envuelta en un manto de terciopelo. Grana. Y oro.
Han tenido que pasar muchos años -demasiados- para que me diera cuenta. Para que supiera apreciar a la mujer que me esperaba en casa. Quizá cuando me percaté ya no me esperabas, porque yo me había marchado. Enfrente, es verdad, que es una manera sibilina de no terminar de marcharme nunca. Porque, para qué negarlo, no me apetece tenerte lejos pudiendo estar a tu lado.
Eres el valor sin cuento. El coraje. La torería al despertar, al echarse el mundo a la espalda para sacar a tus hijos a hombros por la puerta grande de la vida.
Eres un capote preñado de caricias. Firmeza envuelta en el papel de seda de la ternura.
Eres la fuerza. La lección del que no se rinde. El encanto del que perdiendo gana.
¿Recuerdas que, cuando yo era pequeña, a veces nos vestíamos iguales? Teníamos una falda vaquera idéntica y nos gustaba jugar a disfrazarnos de Pinypon aunque las vecinas, envidiosas, nos criticasen por presumidas. Hoy, más de veinte años después, volvemos a tener la misma falda (la tuya más pequeña que la mía, hay que joderse). Y hoy, cuando sumas años y descuentas fantasmas, solo le pido a quien desde no sé dónde esté oyendo el ruido de estas teclas, que me haga el regalo de parecerme a ti en algo más que una prenda.
Felicidades, mamá.


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