Érase una vez, una hadita chiquitita y risueña, pero muy ñoñas como todas las haditas. Ya de pequeñita tenía un vicio requetefeo : tocarse la naricita...
Por lo que la llamaron en el país de las hadas Rebeca la naricillas.
Con los años... aprendió a servirse de ella, y a tocarle las narices a más de uno.
Muy pronto descubrió que poseía el poder de que cuando tenía a alguien montado en las narices, ya fuesen alitas de mariposa, pelos de cabras, o pieles de rana, las podía transformar en ridículas brujas con narices con verrugas.
Su período adolescente transcurrió ejecutando sus poderes por prados y mares...
oliendo con un par de narices lo que encontraba a su paso.
Ya de mayorcita la conocí en Valencia, y nos tocaron las palmas porque no nos conocían...
Como ambas teníamos las narices largas, apenas olernos, saltó la chispa.Y desde entonces nunca se nos torcieron las mismas delante de unas buenas magdalenas.
Desde aquel día, su risa y nuestra complicidad, han dejado a muchos con un palmo de narices.
Por eso, antes de que te vayas a que te las toquen, quería decirte que Bloggalada no va a ser igual sin ti. Que nadie podrá oler el perfume Mediterráneo que esparces por la blogosfera.
Y que te voy a echar de menos.
Pero sé que tu magia seguirá aromatizando con tus besos la brea y la sal de este París.
Todo irá bien, mi hadita.
Te quiero
Este post está dedicado a Rebeca, http://efectopigmalion-galatea.blogspot.fr