Foto: Rolf Winquist 1957
"El defecto más grande de la Vida-pensó Mariana-es su incapacidad e conmoverse, su indiferencia perfecta: en su defecto único y total. Ni siquiera es cruel, o dañina, u ofensiva, no, ni mucho menos amable o risueña. Unas veces parece inclinarse de un lado y otras del otro, pero en realidad su rumbo es recto, ciego y sordo y nada de lo que nos sucede le afecta en su comportamiento. Es al revés, somos nosotros los que al ir embarcados en ella sufrimos alteraciones, emociones, daños y alegría, placer y dolor. La vida es el agua de un rio alrededor del cual amamos y sufrimos con nuestra condición mortal a cuestas. Unos lo navegan y otros se establecen en las orillas del rio porque el agua es, justamente, la fuente de la vida. El agua pasa y nosotros con ella, pero el agua carece de conciencia, de sentimientos grandes y pequeños, de intención y de final: ésa es su inhumana perfección, su perfecta indiferencia. Y nosotros somos criaturas del azar...
...A la vida le importa bien poco la inocencia, pero resulta atroz comprender que el azar, con la aquiescencia muda y distante de la vida, quien se ceba en la inocencia como depredador con una víctima, del mismo modo que vemos suceder a menudo esos documentos visuales de la vida animal que muestran a la leona adulta devorando a la cría del antílope. Apenas nacidas, las criaturas inocentes comienzan a percibir el miedo y la pérdida junto con el amor y la dulzura, pero los ingredientes mezclan mal en el desamparo y hay que aprender a elegir y a defenderse tan pronto...
J.M. Guelbenzu
Fragmento de "La noche en casa"