A las cinco de la mañana sólo hay silencio me atrevo a decir
que hasta el último poste de la ciudad sueña carnaval
para compensar la inactividad en la calle,
los niños -oh infancia- ya no tiran bolas de nieve
a mis proyectos finos descuidados de puntas abiertas
y Silvio Rodríguez aúlla compañeros El País
dice que un anarquista murió
mientras diseñaba su última colección para la pasarela de Milán,
lo que prueba: a las cinco
sólo hay extravangancias impotentes
la calefacción tan alta y esta quietud angosta esta falta de ruido que pincha y todo
cuelga
como la bolsita de té usadísima
y sorprendentemente melómana,
que bucea rítmicamente siguiendo al dedo que tira y dice
ven,
ven,
que estos brebajes
no son para una señorita como tú
ven,
venga,
estás perdiéndote sábados y continentes,
vente
que sólo necesitas dos mudas,
que podemos comer algo por el camino,
que todo seguirá igual cuando vuelvas,
que,
igualmente,
con tanto movimiento nunca podrás hacer un hueco en el sillón
para todas tus idas
y caídas.
Foto: M. de Castro