
Una explicación de por qué la cultura sí debe sostenerse, en parte, con dinero público.
Nota: cuando hablamos de “el gobierno”, nos referimos a cualquier administración pública, independientemente del partido que esté en el poder. No entramos en cuestiones políticas ni partidistas.
El debate existe
Cada vez que se publica una nueva convocatoria de ayudas a la cultura o se anuncian subvenciones a un proyecto artístico, vuelven a escucharse los mismos comentarios:
- “Con todo lo que hay que arreglar, se lo dan a los actores”
- “Eso no da beneficios”
- “Yo también quiero que me paguen por mi hobby”
- …
Lo curioso es que esas reacciones no suelen aparecer cuando se subvenciona a las empresas energéticas, a las aerolíneas, a los agricultores o a los eventos deportivos. Y esto tiene que ver con una percepción muy extendida: la idea de que la cultura es un lujo, un añadido, algo que no es prioritario.
Pero esa idea está completamente equivocada. Hoy te explicamos por qué, ¡y te damos argumentos para desmontar este mito!
1. La cultura es parte fundamental de la estructura de un país
Un país que cuida su cultura ofrece entretenimiento, pero también mantiene viva su historia, refuerza lo que une a su gente y ayuda a entender mejor el momento que se vive. Todo eso se construye a través de la literatura, la música, el cine, el teatro y el patrimonio.
Eso se hace con apoyo, recursos y políticas públicas, igual que ocurre con la sanidad o la educación. Cuando el Estado impulsa y protege la cultura, también fortalece una ciudadanía más crítica y una sociedad más plural.
2. Las ayudas públicas crean condiciones para poner en marcha proyectos
Ningún artista serio quiere vivir de una subvención toda la vida. Pero igual que una pequeña empresa puede necesitar inversión pública para desarrollarse, también un proyecto cultural puede necesitar apoyo para arrancar o consolidarse.
Detrás de cada obra de teatro o película hay mucho más que un creador. Intervienen técnicos, productores, escenógrafos, traductores, gestores culturales, personal de comunicación, maquilladores, iluminadores, diseñadores de sonido, montadores, encargados de logística, transporte o alquiler de espacios.
Cada proyecto cultural moviliza sectores muy distintos y genera actividad económica más allá del núcleo artístico. No solo crea empleo directo, también activa servicios profesionales, pequeñas empresas y redes locales. La cultura funciona como una cadena productiva completa, y su impacto va mucho más allá de lo que se ve en el escenario o en la pantalla.
3. La rentabilidad económica es real
El sector cultural no solo aporta, como ya hemos comentado, valor simbólico o educativo. También genera riqueza:
- La industria audiovisual factura más de 42.000 millones de euros al año.
- Más de 770.000 personas trabajan en el sector cultural.
- Cada euro invertido en cultura genera 1,75 euros de retorno económico.
(Fuentes: El Confidencial – Tribuna, 9/2/2025, La Moncloa – Nota de prensa, feb. 2025, El País – 19/05/2025).
4. La diversidad cultural crece cuando hay apoyo público
El respaldo institucional permite que expresiones culturales muy distintas puedan desarrollarse y llegar al público. Gracias a ese apoyo, se crean obras en lenguas cooficiales, proyectos impulsados por comunidades racializadas o rurales, y propuestas escénicas que exploran otros lenguajes más allá de lo comercial.
La diversidad cultural no es un extra, sino una parte fundamental de cualquier sociedad plural, y para que exista de forma sostenida en el tiempo, necesita políticas públicas que la reconozcan, la impulsen y la hagan accesible.
5. Financiar cultura también es una decisión política
Apoyar la cultura es dar fuerza a una sociedad viva, capaz de hacerse preguntas y de imaginar futuros distintos. Dejar de invertir en cultura también es una decisión: significa conformarse con lo simple, lo fácil, lo repetido y lo que no incomoda a nadie.
Las subvenciones culturales no solo permiten producir obras. También mantienen espacios donde se reflexiona, se debate y se mira la realidad desde distintos ángulos. Ese aporte social es esencial, aunque muchas veces pase desapercibido.
En resumen…
La cultura es un derecho, no un privilegio, porque está directamente ligada al acceso a la educación, a la libertad de expresión y a la participación en la vida social, y todo eso son derechos fundamentales. Tener acceso a bienes culturales —libros, cine, música, teatro, museos, espacios de creación o pensamiento— es parte del desarrollo pleno de una persona en sociedad.
Y como todos los derechos, necesita respaldo público para poder llegar a todas partes, mantenerse en el tiempo y cumplir su función social.
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