Elegí irme a Marte si la condición era que vinieras conmigo, decidimos juntos las paradas que haríamos para respirar un poco, ya que era un camino largo pero gustoso. Nosotros lo elegimos. Nos llevamos mucho amor, muchas risas y sobre todo mucho cariño para el camino. También agua para los días de calor, y mantas para esos días fríos en nuestra nave espacial. Era como vivir un sueño pero sin ser sueño. A Marte, era como yo solía pronunciarlo cuando te decía que nos íbamos, que yo iba a Marte, que iba a ser contigo. Y tú reías y sabías que íbamos a llegar, aunque el camino, los baches y las turbulencias de la nave espacial nos marearan a veces, pero lo emprendimos. Y así fue como empezamos a amarnos, viajando a Marte. Las estrellas nos susurraban al oído que calláramos, pero yo pedía una y otra vez hablarte y decirte que iba a Marte. Y así, jugando entre palabras, susurros, y silencios acabamos viajando de improvisto, pero por el único camino que nos iba a llevar a la felicidad. Todo sin planearse, sin embargo no dudamos ni un momento en volar. Yo iba y voy a amarte.