A propósito de la carta de una mamá a sus amigos que hacen eventos "sin niños"

Publicado el 05 octubre 2016 por Sylvia
Leí ESTA carta abierta a los amigos que invitan a una mamá a eventos "sin niños", en un artículo de Karla Lara, en la página de Mamá Natural. La autora de la carta describe cómo a pesar de que le importan sus amigos y que de verdad quisiera estar con ellos en los momentos que le quieren compartir, las edades de sus hijos hacen que el "sin niños" la excluya. Está de acuerdo y hace saber a sus amigos que no es desinterés. "Esa es la clase de amiga que soy ahora", dice.
Me llaman la atención dos cosas: una en la que me siento identificada, aunque por razones diferentes a las de la autora, y otra en la que me sitúo completamente en el polo opuesto.
Ella escribe:
Siento de pronto tener que poner a mis hijos delante de nuestra amistad, pero eso es solo por un corto periodo de tiempo, solo unos cuantos años. 
Yo no "lo siento", ni poquitito. Mi hija está primero que cualquier amistad, en todos los sentidos. Y no es "por un corto periodo de tiempo": será toda la vida. Si te casas el día del festival de primavera de mi niña, espero que no coincidan los horarios. Lamentaré perderme tu boda, pero un "lamentar" que no es lamentar darle prioridad a la persona que tiene prioridad; de hecho, no me parecerá que haya razón para disculparme -aunque tendré la cortesía de hacerlo-. Como sea, la asistencia que de verdad lamentarías perderte es la del novio o novia que te va a dar el "sí".
Continuando con la carta...
Quise decirte cuanto lo sentía. Traté incluso de resolverlo..., traté de conseguir una niñera en la que confiara y a la que además pudiera tener cerca para poderme escapar unos momentos a amamantar a mi bebé que aún no aceptaba el biberón. Intenté checar si podíamos pagar un hotel cercano para que mi esposo se quedara con los niños en tanto yo celebraba contigo. Quise contarte todo esto para que supieras que de verdad quería estar ahí contigo. Pero de vuelta podía parecer que se iba a tratar de mis planes, cuando en realidad debía tratarse de los tuyos.
Ahí coincidimos: en no explicar. Por razones diferentes; ella por consideración con el amigo o la amiga, yo porque me viene de perlas. No explicar es de mis mejores políticas. De verdad creo que todos los adultos tenemos ese derecho. Además, usualmente, si la otra persona pudiera ser empática, no habría necesidad de explicar.
El ejemplo paradigmático lo viví hace meses con un amigo que al parecer se acaba de contentar conmigo. Íbamos a vernos, pero no encontró mi dirección. Se desesperó buscando la casa. Sugirió que saliera, cruzara un par de calles y lo encontrara en la esquina, o bueno: que tomara a la niña, abordara un taxi y lo encontrara en tal lugar. ¿Iba a entender por qué no quería sacar a mi bebé en medio de su almuerzo, con un clima que me parecía inconveniente porque le había oído toser un par de veces? ¿Iba a entender la dificultad de cargarla mientras espero que pase un taxi? ¿Podría entender que para salir con ella, no solamente la tomaba en brazos "y ya"? Si se le había ocurrido, inicialmente, que podía dejarla un momento sola en la casa, por supuesto que no iba a entender lo que pudiera explicar sobre las dificultades de salir con ella de improviso. Dijo que me necesitaba. Pero primero está el bienestar de mi niña y luego la necesidad de un amigo.
"Voy a estar para ti de todas las formas que me sean posibles", dice a su amiga hipotética, la autora de la carta. Y eso es lo que hacen los amigos, claro. Para mí, el "estar ahí" posible es cuidando que nada quite a mi hija del lugar prepoderante.
Silvia Parque