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Por fin nos cambiamos de casa. Tuvimos que ir a Ikea a comprar lo que nos faltaba, ya que la casa sólo tenía sofá, cama de matrimonio y tele. Todo lo demás lo trajo el gigante sueco.
Una mañana, los cachorros y yo, subíamos bolsas del coche a casa. Ya teníamos el ascensor lleno, Currito esperaba dentro y Curritasujetaba la puerta. Me gire un segundo, juro que fue segundo, y justo en ese momento Currita se apartó y la puerta se cerró con Currito dentro. ¡¡¡Mierda!!! Llamé al ascensor mil veces, pero no volvía. El edificio tiene 4 ascensores y 32 plantas. Estaba muerta de miedo, imaginaba al pobre Currito sin saber que hacer llorando como un loco y me ponía aún mas nerviosa. Currita mientras había conseguido meterse en una bolsa de las gigantes de Ikea y se asomaba con cara de no haber roto un plato. A veces paraba un ascensor pero no era en el que se había subido. Finalmente decidí bajar al lobby, me acordé que había cámaras y pensé que desde allí podríamos ver donde andaba la criatura. Cuando llegué, les grité, bastante histérica, todo hay que decirlo, que por favor me ayudaran, mientras arrastraba la bolsa con Curritadentro. Me miraban como si me acabara de escapar del manicomio, con razón, lo reconozco. Por aquí no se ve todos los días una escena como esa.Lo bueno es que ya sabían lo que pasaba. Habían bloqueado el ascensor para que no parara en ninguna planta más y bajara directamente al lobby, y también habían llamado a seguridad del edificio, que son unos maromos uniformados como militares que dan un poquito de cague.
Curritoestaba descompuesto, lloraba como un loco. Se abrazó a mi, nos caímos de culo y me hice polvo pero, ¡¡joder que alegría!! Cuando pudo hablar lo primero que dijo fue directo a su hermana, que seguía haciéndose la sueca dentro de la bolsa.- La próxima vez te lo voy a hacer yo a ti, ¡tonnnnnnnnta!, dijo entre sollozos.- Currito, ella no ha hecho nada, ha sido un accidente y no la insultes, le pedí.- Si que ha hacido, se ha quitado de la puerta para que se cerrara, decía aún lloriqueando. Tenía razón, qué narices.
Tarde media hora en convencer a los señores uniformados que Currita se había metido sola en la bolsa, que tenemos un carrito de paseo, y que lo de Currito fue un sin querer.
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