Menos mal que la trayectoria por territorio nacional contempla dos etapas y únicamente en la categoría de motos y cuadriciclos. Nuestros caminos no están preparados para coches y camiones, gracias a dios. Aún así, la noticia de la aceptación fue un triunfo para la diplomacia del poncho, que en un céntrico hotel de La Paz agasajó con bailes folclóricos –como no podía ser de otra manera-a los organizadores del rally. El gobierno declaró “prioridad nacional” el evento deportivo e hizo saber que cuatro ministros, nada menos, trabajarán codo a codo en la organización del acontecimiento. Tal vez padezca de amnesia, pero hace tiempo que no oigo que se haya declarado prioridad nacional asuntos banales como la desnutrición infantil o la mortalidad materna, con cuyos indicadores Bolivia es la triste campeona de Sudamérica. Pero según las autoridades, con el Dakar, Bolivia estará en boca de todo el mundo. Nuestra imagen está en juego, acotan orgullosamente.
Y ahora manos a la obra. En menos de un año toca levantar infraestructura al servicio de los corredores y de los turistas que acompañarán la epopeya de los caballeros mecanizados. A pesar de las promesas de que las poblaciones afectadas serán adecuadas con servicios hoteleros, energía eléctrica y comunicaciones, con el tiempo pisando los talones es probable que todo se improvise a marchas forzadas. Así no se pueden construir instalaciones que vayan a durar, por mucho dinero que se emplee. El entusiasmo de los pobladores apenas durará lo que tarde en difuminarse el rugido de los motores. Que lleguen cincuenta mil o cien mil turistas es lo de menos, pues apenas dejarán migajas y muchas latas vacías en el trayecto. El turismo de aventura, de carpa y mochila no es precisamente respetuoso con el medio ambiente y difícilmente hace uso de hoteles y otros servicios relacionados. Al rally no llegarán personas jubiladas, de mayor poder adquisitivo, dispuestas a la contemplación del paisaje.
Ya me imagino la destrucción que ocasionarán centenares de vehículos que romperán la quietud del Salar de Uyuni, uno de nuestros orgullos naturales por sus paisajes que parecen extraídos de otro mundo. Una límpida llanura blanca será hollada hasta el hartazgo sólo para satisfacer el ego de unos cuantos privilegiados que dizque se ponen a prueba con el destino. De yapa juegan a los principitos, filosofando sobre sus mezquinas existencias, puestas a prueba a lomo de bestias mecánicas. Después del furor, después de que las autoridades se feliciten por el éxito gracias a sus denodados esfuerzos, no habrá quien esté dispuesto a recoger las latas del camino y limpiar las cagarrutas de los embobados espectadores. Del derrame de aceite y combustible mejor no hablemos. Total, lo asimilará la Madre Tierra. Paradójico que un gobierno que hace estandarte de la cuestión ecológica, auspicie un evento infernal que atenta contra los parajes naturales, rompiendo el frágil equilibrio de la vida animal y vegetal, además de destruir rutas arqueológicas, como se ha denunciado en Argentina.
Razón tenían los países africanos que en la práctica han expulsado de sus tierras esta exhibición desenfrenada de marcas poderosas, aunque sus promotores arguyan el pretexto de la inseguridad y amenazas de terrorismo. Ya era bastante obsceno el despliegue de logística a todo lujo y el derroche de cuantioso dinero en las narices de los propios africanos, cuyos pueblos azotados inmisericordemente por la sequía y la hambruna, veían pasar, como invitados de piedra, las caravanas de forasteros que solo llegaban a levantar polvo y humareda. ¿Qué ha quedado de aquellas aventuras por territorio africano? Absolutamente nada, salvo los huesos de algunos pilotos, pastores y cabras que tuvieron la culpa de atravesarse en plena carrera. Como si nada.
Lo mismo sucederá, aquí en Bolivia: mucho ruido y pocos dólares de recompensa. Un negocio sumamente rentable de una empresa francesa que se lleva la mayor parte de la bolsa por derechos de televisación y auspicios. Para los países que ponen el suelo a pisotear y su aire a contaminar, apenas ingresos exiguos por rebote turístico. Es increíble cómo nuestros gobiernos bajan la cerviz ante estas nuevas prácticas colonialistas: los organizadores vienen a imponer sus propias reglas, a exigir aportes públicos y hasta tienen el desparpajo de escoger qué rutas se adaptan a sus exigentes gustos, con el costo medioambiental que ello significa. Gran orgullo que el cono sur se haya convertido en el “patio de aventuras” de norteños ricachones. Y nosotros, felices aplaudimos que hagan mierda nuestro entorno natural. Salud por ello.
Quinientos estúpidos en la línea de salida
Letra: Renaud Séchan.
Quinientos estúpidos en la línea de salida
Quinientos mamíferos sobre sus motos
Son demasiadas narices
En las puertas del desierto
Un paquete de cabrones
Al viento del Ténéré
El rally mecánico
Los Mad Max de bazar
De nuevo empezaron su circo
Al sol de enero
Van a atravesar África
Con sus pies en el faro
Manchando las pistas
Y volviendo bronceados
Encantados de este obsceno
Y lamentable juego
"Bella aventura humana" dicen los periodicuchos
Quinientos estúpidos en la línea de salida
Quinientos pendejos en sus camiones
Son demasiadas narices
En las puertas del desierto
Un paquete de cabrones
Al viento del Ténéré
Pasa la caravana
Y los perros ya no ladran más
Bajo las ruedas de las motos
Hay sangre derramada
El de unos pocos salvajes
Que han querido cruzar
Las calles de sus pueblos
Cuando ustedes pasaron
Como pequeños Rommel
Todos en cuero y acero
Escupiendo sus decibeles
Sobre niños diezmados
Quinientos estúpidos en la línea de salida
Quinientos títeres en sus coches
Son demasiadas narices
En las puertas del desierto
Un paquete de cabrones
Al viento del Ténéré
Cuántos años más
Esta sarta de cretinos
Harán su campo de deportes
En un continente entero
Cuántos años por fin
Estos bueyes patrocinados
Tomarán el suelo africano
Por su patio de recreo
En sus juguetes odiosos
Los bombones bien calientes
En el fondo de sus deliciosas
Vestimentas fluorescentes
Quinientos estúpidos en la línea de salida
Quinientos mamíferos sobre sus motos
Son demasiadas narices
En las puertas del desierto
Un paquete de cabrones
Al viento del Ténéré.