A ti:
Suena duro, pero voy a juzgarte. O a fijarme minuciosamente en los detalles, si prefieres un término más correcto. Y desde el primer momento, ya lo siento. Ya no es que me tengan que gustar tus zapatillas y tus manos, que sí, por descontado, es que me niego a hablar durante dos minutos con alguien que está convencido que bizarro significa raro. Luego viene lo demás, claro, la carrera, la música que escuchas, el libro que tienes en la mesilla, si eres coherente a la hora de pensar, lo que bebes (y cómo lo bebes), escribir sin faltas de ortografía y qué tipo de calzoncillos llevas. No te rías, que eso es importante. Ah sí, el sentido del humor, algo imprescindible. Inteligente y absurdo, que no es incompatible. Con ironía y rozando incluso lo negro. Chistes malos no, gracias. A no ser que sea el momento adecuado, que se resume en una o dos veces al año. Eso es lo básico, creo. Luego viene la categoría, supongo. Haber visto alguna fotografía de André de Dienes, saber hacerse el nudo Windsor o que te guste Turner.Y todo esto viene porque el otro día abrí el armario y me di cuenta que tengo gabardinas, una americana, un vestido de seda y unos zapatos de más de diez centímetros de tacón. Que ya no puedo ir en zapatillas a todos los lados y ese ha sido el detonante que me ha hecho descubrir que hay chicos que ya ni quiero ni me puedo permitir.