A ti
que te encuentro de repente mirando por mi ventana
creyendo en la magia de los adolescentes besos
con unos labios de fresa pegados a mi teléfono.
Sabiéndote dueña y señora
de tanta feminidad esparcida,
de tanto canto de ruiseñor en los ojos
y gaviotas por las playas.
Dulce voz en la penumbra,
suaves y delicadas sábanas recién planchadas
a la espera del amor del que tanto hablas.
Bálsamo y agua que me calma
este corazón tan destrozado,
la ilusión hecha fuente del milagro.
Carlos Gargallo (c)