A través de los cristales

Publicado el 13 agosto 2013 por Marsanchez @MSanchez35

Sus ojos se veían vacíos a través de la ventana del automóvil, era un agosto de fuertes lluvias en la frías y solitarias calles de la ciudad, no se veían un alma, solo una mujer que salía de su automóvil, ella de nombre Racquel y él Amador.

Racquel acababa de despedir a su amor platónico de muchos años, él se iba de viaje a otro país.  Racquel sintió que era un regalo del cielo que él se fuera para que la amistad se decantara del tormentoso amor que la aprisionaba en silencio, un regalo que tomaba con nostalgia pero con felicidad hacía él.

Ese día salió de su auto corriendo hacia una oficina para recoger unos documentos, por unos minutos se cobijó en la entrada del edificio y de allí observaba la tranquilidad de esos ojos que la tenían cautivada, Amador muy seguramente sufría alguna pena, pero algo en sus ojos le transmitían tranquilidad. 

!Quién lo creyera!, Amador que pensaba que no existía un alma en aquella fría calle y allí estaba Racquel.  La secretaria del edificio la atendió con amabilidad y le entregó los documentos que minutos antes le habían dejado en la recepción, ella los metió en su bolso, abrió su paraguas y se metió en su auto.

Amador alzó la mirada y se encontró con la de Racquel, entre los cristales los ojos hablaban, él sonrió casi de inmediato y ella se sonrojó… fueron momentos únicos de dos almas que estaban poseídas por la nostalgía, aquella lluvia lavó los parajes, las hojas de los árboles temblaban, lavó los corazones de Racquel y Amador, él bajó de su auto con la lluvia que mordisqueaba su cuerpo, cruzó la calle y tocó el cristal del auto de Racquel.

Ella bajó la ventanilla y él preguntó:

- Hola, Soy Amador ¿te quieres tomar un café conmigo?.

Ella le dijo si, emocionada, como si lo hubiera conocido de años o el destino como mar de olas serenas se lo hubiera traído.

Ella dijo si, ella sonrió y salió del auto.

En medio de la lluvia cruzaron la calle para entrar al café del Boulevard, mientras sonreían y conversaban.

Por:

MARjorie Sánchez