Por fin empezó la Reina roja: –Te has perdido la sopa y el pescado –dijo–. ¡Que traigan el asado! –Y los camareros pusieron una pierna de cordero delante de Alicia, que se la quedó mirando un tanto asustada porque nunca se había visto en la necesidad de trinchar un asado en su vida.
–Pareces un tanto cohibida: permíteme que te presente a la pierna de cordero –le dijo la Reina roja–: Alicia-Cordero; Cordero-Alicia. –La pierna de cordero se levantó en su fuente y se inclinó ligeramente ante Alicia; y Alicia le devolvió la reverencia no sabiendo si debía de sentirse asustada o divertida por todo esto.
–¿Me permiten que les ofrezca una tajada? –dijo tomando el cuchillo y el tenedor y mirando a una y a otra reina.
–¡De ningún modo! –replicó la Reina roja muy firmemente–. Sería una falta de etiqueta trinchar a alguien que nos acaba de ser presentado. ¡Que se lleven el asado! –Y los camareros se lo llevaron diligentemente, poniendo en su lugar un gran pudin de ciruelas.
–Por favor, que no me presenten al pudin –se apresuró a indicar Alicia– o nos quedaremos sin cenar. ¿Querrían que les sirviese un poquito?
Pero la Reina roja frunció el entrecejo y se limitó a gruñir severamente: –Pudin-Alicia; Alicia-Pudin. ¡Que se lleven al pudin! –Y los camareros se lo llevaron con tanta rapidez que Alicia no tuvo tiempo ni de devolverle la reverencia.
De todas formas, no veía por qué tenía que ser siempre la Reina roja la única en dar órdenes, así que, a modo de experimento, dijo en voz bien alta: –¡Camarero! ¡Que me traigan de nuevo ese pudin! –y ahí reapareció al momento, como por arte de magia. Era tan enorme que Alicia no pudo evitar el sentirse un poco cohibida, lo mismo que le pasó con la pierna de cordero. Sin embargo, haciendo un gran esfuerzo, logró sobreponerse, cortó un buen trozo y se lo ofreció a la Reina roja.
–¡Qué impertinencia! –exclamó el pudin–. Me pregunto, ¿te gustaría que te cortaran una tajada del costado? ¡Qué bruta!
Hablaba con una voz espesa y grasienta y Alicia se quedó sin respiración, mirándolo toda pasmada.
–Dile algo, –recomendó la Reina roja–. Es ridículo dejar toda la conversación a cargo del pudin.
Este es un fragmento del cuento A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll. La segunda parte de Las aventuras de Alicia en el el país de las maravillas. Lectura muy recomendada para todas las edades, y si puedes leerlo en Inglés mejor que mejor.
Muchas de las adaptaciones al cine, como la de Disney o Tim Burton, mezclan elementos de los dos cuentos con mayor o menor éxito. Por ejemplo, la celebración del no-cumpleaños no se cita en el País de las maravillas, si no que la discuten Alicia y Humpty Dumpty en A través del espejo.
En algunas ocasiones, estas fusiones pueden dar lugar a confusión. Esto es lo que sucede con la Reina de corazones (País de las maravillas) y la Reina roja (A través del espejo). Son dos personajes totalmente diferentes que no forman parte de la misma historia aunque a veces son nombrados indistintamente como si fuesen la misma persona. El la versión cinematográfica de Tim Burton aparecen las Reinas roja y blanca (originalmente piezas de ajedrez en A través del espejo), pero la "roja" representa el personaje de la Reina de corazones (la que manda cortar cabezas en el País de las maravillas). Aún no he visto la película pero esta mezcolanza no me inspira confianza.
En definitiva, os recomiendo leer los cuentos para disfrutar de lo absurdo y surrealista de estas historias. Como los derechos de autor han vencido puedes descargar los libros electrónicos gratis:
- Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas
- A través del espejo y lo que Alicia encontró allí