Es difícil darte la cara
con tanto miedo y dolor encima.
Hablarte sin desbaratarte la juventud
y el impulso de tragarte el viento.
Sin desplomarte las iniciales
que comienzas a comprender y que son mentira.
Es difícil sentirte tan tierna
y a la vez con tantas ganas de explotar el mundo.
Con esa boquita que maldiga
y escupe balas de humo, ilusiones y promesas.
Es difícil llegarte callado,
con mi angustia y la ruina ensalzándose en los labios.
Con las manos crispadas de horror
por ver tanto fervor dentro de una piel tan bonita.
Es difícil, llegarte así,
creyendo que se puede ocultar el pasado en silencio,
en las pocas palabras, en las cicatrices,
en cada valle que dejaron las lágrimas.
Es difícil no sentir ansiedad
cuando veo en tus libros
las letras que llenaron de sombra mis manos
o de reconocer en los colores
con que escribes tus convicciones
la rabia que hizo brotar cantidades de sangre.
Es difícil mantenerme alejado,
sin tanta niebla y cansancio,
dejando afuera de tu curiosidad mis tristezas.
Es difícil escucharte
sin recordar a mis muertos
cada vez que se ilumina tu cara rebelde,
sin ver en tus ojos redondos
el entusiasmo que repitieron sus huesos.
Es difícil sentarme a tu lado,
sentir que no debo,
que nadie debe enseñarte el camino
y callar la locura y maldad
que se agrieta en mis puños.
Es difícil quedarme a tu lado
no huir, desear esfumarme
por reconocerme en tus gestos
y presentir la agonía.
Es difícil.
no protegerte, no avisarte, no sugerirte,
no salvarte.