En el velorio de mi abuelo, una señora me dijo: "era como tu papá, ¿verdad?", y yo me puse a llorar porque en ese momento me di cuenta, sin ponerlo en esos términos, que era mi "figura paterna". Sí fue el "hombre de la casa" que era mi casa; sí representaba autoridad y seguridad; pero no fue como un padre: fue un abuelo. La idea de que habría podido ser como un padre, y que nunca lo tomé así, como desaprovechando la oportunidad, me estuvo pudiendo algún tiempo. Se me pasó, y a la distancia, amo que no haya sido de esa manera, porque así no me perdí de él como lo que era: un abuelo. A veces, pienso en él, me pongo sentimental y deseo que esté vivo y conmigo. Ahora que soy mayor, me pondría cariñosa y lo molestaría con arrumacos -no era así, de niña-.
Silvia Parque