Con la cabeza vacía, la palabra vuela y se funde en la distancia, y fonéticamente dispara las vocales en una humareda entumecida.
Trepo por los peldaños de una vieja escalera hasta alcanzar un viejo suspiro en una nube, o una boca, o en alguna de tus olas, que abiertas, arañen el deseo de unos labios rezumando entre las lenguas la armonía de un saxo bajo el compás de melancólicas notas.
En el desván de la mente vuelan páginas numeradas sin ningún orden. En caótica existencia. Entonces me pongo a ordenar los recuerdos y les pongo nombre y etiquetas, los archivo en carpetas donde la memoria, en vano, intenta ávida, devorar el olvido. Pero rebeldes, regresan y se agolpan, y revolotean, y como niños traviesos escarbando cajones, los doy por perdidos...