A vueltas con Agassi

Publicado el 11 noviembre 2009 por Eandres

Hace algunos meses ya traté en este foro las tribulaciones de André Agassi para recuperar su puesto en la cumbre del tenis a partir de su batacazo de 1997. Hasta hace sólo unas semanas todos pensábamos que su pérdida de estatus se debió a una lesión de muñeca y a ciertos problemas sentimentales... Ahora, en la publicación autobiográfica 'Open: an autobiography', el tenista revela que, en aquel año, consumió la metanfetamina Cristal. Pero la historia no acaba ahí, ya que también confiesa que un test rutinario reveló el positivo y que, tras una carta alegatoria (y mentirosa) dirigida a la ATP, la Asociación de Tenistas Profesionales tapó el asunto… Esta circunstancia ha provocado reacciones inculpatorias tanto dentro del tenis (Federer, Nadal, Becker, Bruguera, Arantxa Sánchez Vicario…) como fuera del mismo. Y estas reacciones han arreciado cuando se han filtrado algunas de las opiniones sobre sus compañeros que el de Las Vegas ha incluido en su seguro best-seller.
Toda esta historia más o menos triste me sugiere una serie de reflexiones sobre el asunto nuclear de la confesión y el proceso de ocultación que expongo a continuación para su reflexión:
  1. La multiplicidad de raseros. También en el tenis. Parece que a Agassi le pasaron por alto aspectos que otros tenistas tuvieron que pagar(Korda, uno de los mejores reveses que recuerdo, nandrolona, Mariano Puerta, rival de Nadal en su primer Roland Garros, clembuterol en 2004 y epinefrina en 2005, Guillermo Coria, nandrolona en 2001 o más recientemente Volandri, salbutamol e Ivo Minar, methylhexanamina). Muchos podrán indicar que la droga que fue detectada en Agassi se toma con fines recreativos, pero aquí nos encontramos el caso de Gasquet (cocaína). El bueno de Richard sostiene que un beso produjo el intercambio de sustancias entre una desconocida y él mismo... Sea como sea, cumplió la sanción. No sabemos si el francés es culpable desde un punto de vista moral o no, pero lo cierto es que la cocaína, droga-plaga recreativa de nuestra era, ha alcanzado también a grandes tenistas en el pasado (Vitas Gerulaitis, Pat Cash…). Y en este escenario, quizá lo menos que puede hacer un tenista es poner en entredicho la credibilidad de la ATP, como ha hecho Michael Stich. En esta incierta circunstancia en la que se encuentra la ATP atisbamos, eso sí, un rasgo bello; enconmiable: la solidaridad. Sí, amigos lectores, la asociación de tenistas, atónita ante la "injusta" duda arraigada en la opinión pública en relación a la limpieza de otros sectores (el sector financiero, el institucional…), se suma a la lista de instituciones en entredicho.
  2. El nombre como marca. Mi buen amigo E. introdujo en mi vida hace ya algún tiempo las LoveMarks. Una Lovemark, siguiendo el concepto enunciado por Roberts, viene a ser algo así como aquella “marca” que produce lealtad en el consumidor más allá de lo razonable. Está claro que si en los últimos años ha habido un jugador LoveMark, ese es Agassi. Y lo ha explotado de forma admirable. Ha rodado spots legendarios: con pelo, sin pelo, con Brooke, sin Brooke y con Steffi, sin niños, con niños... Y todo eso se le debió derrumbar a Agassi cuando el positivo llegó a sus manos. No sabemos aún si este 'Open: an autobiography', vuelve a ser una consecuencia de las capacidades mercadotécnicas del de Nevada…Pero de ser así, esta sería una forma igualmente admirable de llamar la atención sobre sí. Y deseo dejar de lado si Agassi "necesita" los royalties del libro o no, o si, como él mismo confiesa, el sentimiento de culpa y la necesidad de revelar la verdad le ha conducido a la "confesión".
Está claro que en esta historia lo que podemos aprender del deporte no es mucho, al menos no mucho y edificante. Sí podemos aprender que, como en el resto de las facetas humanas, hay un grupo de privilegiados que disfrutan de beneficios por encima de lo imaginable y otros que no. Que unos pocos rentabilizan su posición y a esos, el stablishment no les dejará caer jamás. A los demás: el conducto reglamentario. Si hay suerte, claro.
Y por último, ruego me disculpen, está el esperpento de la peluca… ¡Inadmisible! Aquí, reconozco, que me ha podido el orgullo alopécico. André, amigo, compañero, pero también eso…

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