No hace falta ser rey para abdicar, ni siquiera ser vasallo, o chambelán de la corte. Cualquier persona en disposición de un cargo (da igual relevante o no) puede renunciar a él por una serie circunstancias. Y nosotros que no somos ni más ni menos que un rey, también debemos abdicar alguna vez a nuestro cargo auto impuesto por nosotros mismos.
Nosotros los #emprendedores, como ahora se llama a todo aquel que quiere ganarse la vida por si mismo, sin lacayos ni señores feudales, debemos desestimar esos cargos heredados de otras épocas, que ya no hacen justicia a nuestra labor diaria.
Por supuesto que no estoy hablando de tirar la toalla cuando las cosas vienen mal dadas. En los negocios, como en la alta mar, hay que permanecer firmes y aferrarse al timón para sortear la tormenta. No, abdicar no significa virar en redondo y volver a puerto para auto justificarnos. Abdicar significa, tirar por la borda el cargo de almirante que uno se suele adjudicar al montar un negocio. Hay que saber ser capitán en la tormenta, pero también grumete, jefe de máquinas y hasta fogonero. El objetivo está delante de nosotros, y hay que bogar con toda nuestra fuerza para sortear las dificultades.
De nada sirve sentarse en un rico camarote con nuestras medallas pulidas de almirante, copa de coñac y la vista perdida en un mapa (plan de negocio) que ni entendemos, ya que si nuestra nave sucumbe, comprobaremos que nuestras medallas de latón no flotan, más bien son un lastre difícil de soltar para volver a la superficie.
A todos nos gustan los bailes de palacio, el reconocimiento, despertar la admiración de los que nos rodean, una buena cuenta corriente en un banco. Pero olvidamos que sin el esfuerzo y la dedicación necesaria hacia nuestro objetivo, difícilmente vendrán esos bailes de palacio, etc.
Por eso es necesario abdicar de nuestro ego, renunciar a ser los mejores (nada más empezar), a tener el mejor producto, a vivir de la fama. Lo primero; es ser humilde, reconocer nuestras limitaciones y fortalezas, y arremangarse la camisa. Si hay que bajar a la fría y sucia bodega para achicar agua, se baja. Si hay que dar brochazos de brea en la cubierta se dan. Si nuestro barco no llega el primero a puerto, se observa con cabeza ¿Qué es lo que hacen los ganadores para tener éxito?. Que nuestro pescado no es el mejor, pues probamos otros caladeros, que las hélices tienen herrumbre y no giran bien, pues se cambian.
Solo con esfuerzo se consigue llegar a buen puerto.
A cada problema una solución, a cada transpié o derrota una enseñanza para mejorar y llegar a ser un día uno de los mejores; seguir evolucionado y no dormirse en la hamaca.
Abdicando de nuestro cargo más alto, empiezan a suceder cosas. Ya habrá tiempo de lucir medallas, ahora es tiempo de navegar y asumir roles. Nuestra vida nos necesita completamente operativos, las oportunidades solo pasan una vez y solo los mejor preparados pueden atraparlas.
¡Abdica entonces almirante! El océano no distingue de altos cargos; solo deja pasar a quién se abre paso.