Abrazo de la noche

Tras el agotador ciclo solar del día, al oscurecer, la piel diurna y radioactiva se desprende, mudando en otra de rayos de luna, sintiendo el manto nocturno como algo propio e íntimo.
El fin de la batalla del día. Frenesí, embriaguez en lo más hondo, retorno al nocturno vientre del mar, recorriendo las estrellas, volcando deseos reprimidos por la luz solar y las miradas ajenas.
Brillante desnudez caminando por el aire, receptivo a cada átomo existente. Todo uno, un todo, al abrigo del abrazo de la noche.