Cada día, sobre todo en las grandes ciudades, se ven más personas que portan un cartel donde se anuncian "abrazos gratis". A cualquier hora del día, o de la noche, no importa si uno es feliz, lo acaban de despedir o su pareja lo engaña, uno es abordado en plena calle y tiene la posibilidad, sin coste alguno, de abandonarse a la calidez de los brazos de un desconocido para continuar después, algo más reconfortado, su camino. Si se analiza el fenómeno se entenderá que en un mundo tan carente de afectos como éste, tarde o temprano algo así tenía que ocurrir. Ojo: no faltan los ventajistas, impostores que al tiempo que te abrazan te despojan de tu cartera, o depravados que aprovechan para restregarse. Tampoco las campañas en contra, como ésa de "Hostias por la cara". Hay incluso quien sospeche que la gripe A no fue más que un invento para acabar con los abrazos. En lo que a las autoridades respecta, como tantas otras veces no saben muy bien cómo reaccionar. En China, por ejemplo, la campaña fue censurada por ser considerada una clara "provocación sexual". En la Puerta del Sol, un policia que iba a detener a uno de estos abrazadores quedó completamente desconcertado al ser achuchado por éste. Ahora, ese mismo agente de policía recorre uniformado la céntrica plaza repartiendo abrazos.
El fenómeno se extiende, imparable, pues nunca hubo gesto ni emoción más universal. Ya hay hasta una fecha, el primer sábado de julio, considerada como el día internacional de los abrazos gratis. Quién sabe, quizás esto de los abrazos sólo sea una moda más, o acaso un montaje publicitario. Por si acaso, los políticos, reticentes por principio a todo aquello que implique cambio, no dudan ahora en sus cumbres en darse un afectuoso abrazo, dejando de lado la crispación habitual. No sólo ellos, en tiempos de crisis como éstos, la patronal y los sindicatos, los del Barça y los del Madrid, israelíes y palestinos... todos corren a abrazarse.