Se montó en aquel viejo autobús verde tiritando de frío, como cada mañana desde hacía algún tiempo. Pagó su billete y se sentó cerca de la puerta trasera sin levantar la mirada. Una vez en su asiento se frotó los hombros para entrar en calor y tosió sonoramente. Abrió la mochila y sacó su móvil, conectó los cascos, se los puso, cerró los ojos apoyada en la ventana y le dio al play.
Se acomodó escuchando a su cantante favorito implorar por un amor que nunca llegaba. Conocía la canción de memoria, y le encantaba. Empezó entonces a pensar en el amor. Y se dejó llevar por la imaginación. Aunque quizás era un poco tonto, y en verdad con su edad no tendría que pensar esas cosas, confiaba en que se encontraría al hombre de sus sueños, protagonista de tantas películas, en un momento inesperado, cuando más lo necesitase. Imaginaba ese encuentro de mil y un maneras: tal vez chocarían al salir del supermercado, tirando las bolsas de la compra, y puede que entonces se rozasen sus manos, recogiendo; o tal vez en una fiesta, entre el caos de la pista de baile sus ojos se cruzarían con los de él, apagándose todo lo demás...Soñó despierta un rato más, luego abrió los ojos, estaba llegando a su destino, apretó el botón de parada y se fue sin mirar atrás.
Desde el bus, sentado justo detrás de donde ella había estado soñando con encontrar el amor, la siguió con la mirada un muchacho joven, con una sonrisa triste en su rostro. <<Si me tanto me buscas, ¿por qué no abres los ojos?>> suspiró.