Esta mañana, el papá de B tocó a la puerta con insistencia poco habitual. Lo habían regresado de la escuela para que le llevara a la niña una chamarra. Le llevó un suéter. Resulta que maestras y madres a mi alrededor creen que esta mañana hacía mucho frío. Y estaba fresco, pero ¿mucho frío? ¡Estamos en Chihuahua! ¿Que va a ser de las criaturas en invierno si con una mañana fresca de otoño hay que ponerles chamarra?
La verdad es que estuvo bien que le llevara el suéter porque, al contrario de lo que pasa normalmente, hoy no se fue poniendo templadito. Un frente frío asociado con la tormenta Tara provocó un viento fresco todo el día y, como se pronosticó, ahora que es de noche está bajando la temperatura. De cualquier modo, aunque no le hubieran atinado a su apreciación sobre la necesidad de abrigo, valoro que cuiden a mi niña.
Exageración o no en este caso, creo que hay una mitología sobre el frío y las criaturas, construida alrededor de la neurosis materna.
Desde septiembre, me he topado en el camino al kinder a mamás con camiseta de manga corta llevando de la mano a niños o niñas con suéter e incluso chamarras gruesas con gorro. Al menos hoy, también ellas sentían el frío del que protegían a sus descendientes. Al parecer hay una creencia arraigada de que niñas y niños sienten más frío que las personas adultas. Yo leí por ahí que es al revés, que su organismo funciona de tal modo que sienten menos el frío. Pero supongamos que lo sienten igual que nosotros. ¡Y que a los que ya hablan, podemos preguntarles!
Hay una tradición típica mexicana que consiste en ignorar lo que hijas e hijos tengan que decir sobre su percepción de la temperatura y obligarles a abrigarse. A mí con B más bien me ha pasado que quiera seguir poniéndose ropa invernal cuando ya no corresponde. Normalmente, la dejo. Sin embargo, aquí el clima es realmente extremoso: así como en invierno se congelan las tuberías, en verano las personas pueden sufrir insolación, de modo que me he visto en la penosa necesidad de quitarle o ponerle una prenda contra su voluntad porque juzgo que debo hacerlo; pocas veces, de verdad; pero sí: he sido una de esas mamás.
Quiero pensar que en la base de mi comportamiento está la responsabilidad en relación con el cuidado y no la preocupación ansiosa que veo tanto. Y es que algo ha hecho creer a varias generaciones que el frío es malísimo para la salud de las criaturas. Parece que venía en algún Manual de la Madre que escribió alguien nacido en el Trópico. Y es verdad que es una lata tener a los pequeñitos acatarrados; además, con los bebés da miedo que se enfermen... pero se exagera. Los bebés son justamente los más perjudicados porque a veces ni quejarse pueden. He visto chiquitos envueltos en cobijas gruesas en pleno verano. ¿Qué pediatra recomienda mantener a los bebés calientes? Los consejos que yo recibí de profesionales fueron en un mismo sentido: que ni muy tapada ni muy descubierta.
Claro que cuando se tiene al primer bebé, una tiene que decidir cuánto es tapar o descubrir "mucho". Y sobrarán opiniones en todas direcciones. Siempre recordaré la visita de una amiga que se asombró al ser parte de la siguiente escena.- Ella llegó y me dijo que pobre niña, que la destapara; se quedó en la recámara y le tocó ver a mi abuela entrar y decir que pobre niña, que la tapara; luego vio llegar a otra amiga que también dijo que pobre niña, que la destapara. En un ratito. [Lo de "pobre niña" puede que no sea exacto, pero seguro emplearon expresiones equivalentes.] Los primeros meses de un bebé mexicano son para la madre una sucesión de "tápalo", "destápalo", en la que predomina el "tápalo". No importa la estación del nacimiento.
De este modo llegamos a que hoy, en una ciudad de otro Estado, mi hermana puso suéter a mi sobrina, aunque estaban a 25°, para evitar que la devolvieran de la escuela.
Silvia Parque