Son para ver tu peli mejor, querida Caperucita.
El sábado pasado fui al cine a ver Caperucita Roja. La verdad es que por críticas que había leído aquí y allá, esperaba bastante menos de lo que vi. Aunque supongo que por eso, por no esperar mucho, precisamente, salí de la sala con la sensación de que había visto una película que no molesta, que se deja ver, que no aburre, que mantiene la trama y que, si bien no pasará a la historia de las obras de arte del cine, puede ser bastante agradable para pasar la tarde. Ni más ni menos.
La leyenda de Caperucita Roja ha sido llevada al cine de la mano de la directora de Crepúsculo, Catherine Hardwicke, y ha quedado así: muy crepusculiana. Esa mezcla de hormonas, atracción, fatal, amor que parece que no tendrá final y cierta oscuridad, que conquistó a más de un fan de la saga de los vampiros (y a más de un millón, como quien dice), ha vuelto a repetirse en esta nueva producción de Cathy que no se arriesga y, viendo que la primera jugada ha salido mejor que bien, vuelve a usarla para contar el cuento de la niñita y el lobo feroz... aunque esta vez con menos éxito.
Como era de esperar (no sólo por la varita mágica de Hardwicke sino por la publicidad que ha traído la película detrás), la historia que cuenta el film poco tiene que ver con esa niña a la que su madre manda a casa de la abuelita. Aquí, Valerie (Amanda Seyfried) es una bella joven que se encuentra entre dos hombres (se repite la fórmula chico-chica-chico). Está enamorada del chico malo, Peter (Shiloh Fernández), pero sus padres han organizado su matrimonio con el adinerado chico bueno, Henry (Max Irons). Ante la perspectiva de separarse, Valerie y Peter están planeando fugarse juntos cuando se enteran de que la hermana mayor de Valerie ha sido asesinada por el hombre-lobo, que vive en el oscuro bosque que rodea la aldea donde viven. Y es que, durante años, la gente del pueblo ha mantenido un complicado pacto con la bestia ofreciéndole un sacrificio animal cada mes. Pero a la luz de una luna color rojo, el lobo ha decidido subir ese precio matando a un humano. Deseosos de venganza, los habitantes llaman al Padre -discordia- Solomon (Gary Oldman), para que les ayude. A medida que el pánico se extiende por la ciudad, porque el hombre lobo tiene forma humana durante el día, Valerie, que tiene la sospecha de que el lobo es alguien a quien ama, descubre que mantiene un vínculo único con la bestia, que la convierte tanto en sospechosa, como en cebo.
Un guión pasteloso vs. Una fotografía muy buena. Unos sosos protagonistas masculinos vs. Una gran interpretación de Amanda Seyfried. Unos euros invertidos vs. Una tarde de aburrimiento. ¿Resultado? Una película entretenidilla de la que es posible que dentro de un tiempo ni nos acordemos.
Nota final: 6/10
Sí, por si alguien se lo está preguntando, Cinema Paradiso, es la nueva cara del HUC.