Acordamos no herirnos.
Fue un acuerdo tácito,
sin palabras, sin contratos,
sin rúbricas ni promesas.
Acordamos estar para siempre,
Esa fue la única promesa que hiciste
Y que ya no necesito.
La mía llegó después,
Tras mi propia travesía,
Pero llegó cálida,
Sutil y entregada.
Y como me sucedió a mí,
Ya no la necesitas o,
tal vez, jamás la necesitaste
Pues somos tan distintos
En necesidades de promesas,
Y en necesidades de palabras...
Pero no lo somos en hechos,
Ya que estos llegaron,
como todo debe llegar:
Sin pedirse,
Sin reclamarse,
Sin que haya reproches
Si tardan en llegar...
Pero vinieron, como debía ser,
Envueltos en la realidad misma,
En el deseo de arrancar sonrisas
Y olvidos.
Acordamos reír
Y lo hacemos cada día
Pues no hay mañana
Que la sonrisa no ilumine nuestro despertar.
Acordamos sonreír en la hora del café,
Solo para ti,
Con leche para mí.
Acordamos compartirnos
Sin necesidad de estar,
Sin exigir estar,
Simplemente, estando.
Acordamos que la vida,
Con sus grises, sus azules y sus blancos,
Nos llevara.
Acordamos no pensar
Y seguir siendo como somos
Pues así,
como somos y con nuestras diferencias,
Nos conocimos.
Y así, como estamos,
Acordamos seguir navegando,
Llevados sin tiempo ni relojes
por la corriente de este río,
Llamado Vida.