El Estado social retrocede hacia la insuficiencia, las instituciones ganan descrédito, el Estado de derecho es prostituido por el sectarismo con el que se nombran determinados cargos, la separación de poderes es más una aspiración que una realidad; la corrupción lo infecta todo. ¿Seguimos? Ante semejante panorama, la respuesta electoral no parece suficiente; solo una sociedad civil comprometida puede mitigar el déficit democrático en el que vivimos.