Las peques tienen tres años y medio, Y quisiera que viérais con que soltura manejan el Iphone. Y como buscan los juegos en el ordenador que les trajeron los Reyes en casa de sus padrinos. Jamás caeré en el error de pensar o decir que ¨mis niñas son las más listas¨. Son espabiladas, es verdad, pero han nacido en un mundo en el que no cabe quedarse al margen de las tecnologías. Todos los niños manejan los nuevos aparatos con una soltura increíble. Yo me resistí un poco al principio. La primera vez que tuve entre manos un ordenador estaba en el instituto, y aprender a utilizarlo me daba una pereza espantosa. No era capaz de ver su utilidad. El primero que tuvimos en casa era un Macquintosh que ahora nos parecería antidiluviano a todos. Luego llegó la Facultad y las prácticas en El Diario Montañés. En el verano del 92 acababan de cambiar los ordenadores en el periódico. Los Mac recién llegados eran el enemigo de casi todos los redactores, que intentaban entenderse con aquel programa de maquetación -QuarkXPress- como podían.Una vez me ¨cargué¨ un reportaje que una compañera llevaba escribiendo toda la mañana. Fue porque tenía que meter una inforamción en la misma página. No sabía que estaba creada y la creé. Apareció una ventanita que decía: la página x ya existe. Desea reemplazarla?. No me lo pensé dos veces y di a ¨Aceptar¨. Imaginaros la que se lió...
Unos años más tarde, empecé a trabajar también como corresponsal de ABC en Cantabria. Y, aunque parezca increible lo que voy a contar, no enviábamos las informaciones por correo electrónico, sino que se las dictábamos a las ¨teclistas¨. Recuerdo que llamaba, preguntaba por ese departamento, hablaba normalmente con Pilar, y le dictaba la información con puntos y comas, desde el título hasta la última letra. Previamente, el jefe de la sección de turno había indicado cuántos caracteres o palabras debía tener la información. Fue bastante más tarde cuando llegaron las tecnologías al mundo de los corresponsales de provincias.
En aquella época pasaba los veranos en casa de los abuelos, y ellos no entendían aquello de los ordenadores. Al abuelo le encantaba escribir artículos en el periódico, y lo hacía a menudo. Intenté explicarle que con un ordenador las cosas eran mucho más fáciles que con su vieja máquina de escribir. Fue inútil. Hace pocas semanas me comentó: ¨Recuerdo que me dijiste que quien no supiera manejar un ordenador personal en pocos años sería prácticamente analfabeto. No te creí, pero tenías razón". Otros aprendieron: el abuelo de una compañera de trabajo escribe poemas y otras cosas en su pc, y las envía por e-mail a su familia. Tiene 91 años.
La cuestión no es cuanto hemos aprendido, ni que nos cueste imaginar la vida sin correo electrónico, redes sociales o sin Google. O sin móvil con conexión a inernet, o sin tele de plasma o de leed o sin tantas otras cosas... La cuestión es que las cosas cambian demasidado rápido. Las peques no podrían imaginarse un mundo diferente al que conocen. Se reirán cuando las contemos que antes había sólo dos canales de televisión -luego cinco- y que había que levantarse para cambiar de cadena porque los mandos a distancia no existían. Y que los mayores pensaban que si cambiábamos continuamente se estropearía la tele -una en cada casa-.
Es normal que las cosas evolucionen. Siempre ha sido así. Aunque a veces cuesta seguir este ritmo vertiginoso -creo que es la clásica ¨resistencia al cambio¨-. Pero hay que adaptarse... o adaptarse. No queda otra.