Es difícil decir adiós. Más aún las circunstancias. El, detrás de aquel vidrio, ella tras las rejas. Sus ojos se volvían pequeños, observándose a la distancia, sin poder escuchar del otro aunque sea un breve aliento. Compartían la mirada y una historia pasada.
Pero distantes estaban los paseos en el bosque, los amaneceres en el campo, las veces que la noche los sorprendía encandilados en las ramas de algún árbol. El mundo que conocían, había cambiado.
Es triste el adiós. Ese momento eterno, que no perece en el olvido. Que no puede, que no debe. Sus alas ya no podían más, perdían las fuerzas. Observó por última vez a su amada, tras esa jaula estrecha y luego, voló hacia la tarde. Ella lo vio marcharse a través de la ventana, dolida, con el canto apagado y las plumas caídas.