Hoy he borrado del Facebook a Jose Carlos, otrora hubiera dicho mi amigo Jose Carlos, por desgracia ya no puedo hacerlo. Los buenos amigos se cuentan con los dedos de una mano y aun así te sobrarán dedos. El dejar de contar con él como mi amigo, no es un acto tan banal como supone el borrarlo de una red social, ha sido un hecho muy doloroso, como si me hubieran arrancado de nuevo el riñón, siento que a partir de ahora me falta algo.
Después de encontrarnos tras treinta años sin tener noticias mutuas, gracias a las maravillas de internet, conseguí encontrarlo en la red y podernos comunicar, tras las albricias le pedí retomar el contacto, necesitaba saber de sus padres y de sus hermanos a los que apreciaba por los recuerdos infantiles que me quedaban de ellos. Era capaz incluso de hacer el sacrificio de tomar alcohol para volver a sentarnos frente a unas voll damm como solíamos mientras intentábamos arreglar el mundo con nuestros diecisiete años. Como dos cincuentones hubiéramos evocado los mágicos momentos de nuestra niñez cuando nos reuníamos en el nuevo barrio recién construido, justo donde entonces terminaba Madrid, más allá solo quedaban escombreras y barbechos.
La rivalidad entre dos pandillas nos unió con unos lazos invisibles e indestructibles. Él era un años mayor que yo, lo que le confería una superioridad sobre mí que le daba la experiencia del que ha vivido un diez por ciento más que tú, por eso desde el primer momento, para mí fue mi hermano mayor, mi confesor, mi maestro, alguien en quien confiar mis pensamientos, mis sueños e incluso mi vida si hubiera sido necesario. Mi admiración hacia él nunca tuvo límites y según seguimos creciendo y acumulando experiencia, nuestra amistad se forjó con eslabones de acero.
No quiero analizar el porqué de nuestra separación, esta se produjo y ya está, otras ciudades, otros ambientes, después de tantos años, qué más da.
De la pandilla los rostros y los rastros se borraron, Domingo marchó a Méjico, Agustín se doctoró en Biología, sabíamos que triunfaría y triunfó, César fallecido de una sobredosis, era el que menos personalidad tenía y eso pasa factura en la vida.
Pero no quiero dejar un sabor amargo a mi escrito, aunque haya perdido a un amigo, me quedan los recuerdos, casi siempre buenos, recuerdo aquella vez que…
Los lunes tienen siempre un deje amargo, después de un fin de semana en la sierra disfrutando del campo con mi bicicleta, del río, etc. El lunes significaba volver a la monotonía que supone tener que volver a coger los libros, suspirar por las tareas incompletas y rezar para que no me preguntasen la lección pues a bien seguro no la sabría.
Lo único bueno del día era volver a ver a mis amigos de la pandilla y de camino al instituto contarnos nuestras aventuras del fin de semana. Ese día fue del todo especial ¡La bomba! Mientras yo, inútil de mí hacía el idiota en el campo como un rústico más, ellos habían conocido a un grupo de chicas. Según Jose Carlos me iba relatando los hechos acaecidos el fin de semana, me iba tirando más y más de mis cabellos.
- Jose Antonio ¡Lo que te has perdido! Nos fuimos a pasear a los Nuevos Ministerios y allí conocimos a una chicas, de allí nos fuimos a tumbar sobre la hierba de los jardiones del museo de Ciencias. Y de pronto ellas nos propusieron besarnos ¡Y con lengua!
- ¡No jodas! ¿En serio?
- Te lo juro
Por los rostros extasiados de los demás miembros de la panda colegí que me había perdido una experiencia maravillosa, algo que mi hormonas hacía tiempo que me reclamaban a voz en grito.
Recapitulemos, principios de los años setenta. Franco todavía estaba vico y firmaba el “enterado” de fusilamientos varios, en los parques no se podía pisar la hierba y mucho menos tumbarse y las parejas solo se besaban en la oscuridad de los cines de barrio, esto era algo que entonces morbosamente contemplábamos con cierta avidez.
Con todas estas premisas, mis amigos habían conseguido besar a chicas, otrosí con lengua. No podía creer en mi mala suerte, pues no solía irme a la sierra más que en los meses de verano, las vacaciones de semana santa y algún que otro fin de semana ¡Y tenía que haber sido precisamente éste!
Para el domingo siguiente no hubo una segunda ocasión para mí, quedamos de nuevo con estas chicas y esta vez no perdí la asistencia al evento, pero no hubo besos, las muchachas habían perdido ya todo interés por los miembros de la pandilla y sus habilidades linguales, por lo que a media tarde se excusaron y desaparecieron de nuestras vidas. Por supuesto que elmás pesaroso quedó fui yo al verse alejar la posibilidad de compartir la experiencia que ellos habían ya disfrutado.
Afortunadamente todo llega en la vida, pero esto se demoró algunos años, más eso es otra historia.