Revista Literatura

#Adiós

Publicado el 09 febrero 2018 por Saladimfarishta

Buenas noches. Hoy he decidido romper el silencio y hacer público un hecho del que fui víctima. Quizás alguno de ustedes, mis amables lectores, no aprueben mi actuar. Antes de que me tachen de ser un farándula en busca de sus cinco minutos de fama, debo aclararles que, previamente, he agotado los recursos que la ley pone en mis manos. Hoy, por la mañana, acudí a las autoridades competentes y estas se rieron en mi cara. En lugar de cumplir con su labor, me lanzaron toda una serie de ofensas dirigidas a mi virilidad y hombría, sin importarles que las demás personas que se encontraban presentes escucharan la manera en que se dirigían a mí. Muchos de los conciudadanos se unieron, en medio de risas, a las burlas de los oficiales. Así pues, aparte de todo, ahora terminé siendo víctima de ignominia. Creo que esto último fue lo que me hizo decidirme a hacer pública la narración de los hechos que detallo a continuación:

Hace un par de meses, durante los festejos navideños, aconteció que en mi hogar requeríamos de hielo en cubitos y al no encontrar dicho producto en ninguno de los locales cercanos donde suele haber, decidimos ir  con mi hermano a un hospedaje ubicado en las cercanías del hospital, famoso porque ahí pareciera que el agua en estado sólido nunca escasea.

Al llegar, y encontrar muchos otros vehículos estacionados, me apresuré a bajar del carro y llegar hasta donde estaba el despachador antes que el hielo se agotara. Por fortuna, aún habían un par de bolsas de hielo (yo sólo requería de una). Cancelé y me dispuse a volver al vehículo.

Cuando me encontraba acomodando el hielo en el portaequipajes, alguien pasó por mi lado. No me di por enterado hasta que le escuché hablar dirigiéndose hacia mí.

–Adiiiiiiós– dijo una voz femenina en tono sugerente.

Levanté la vista y me encontré con una jovencita que me miraba con ojos llenos de malicia. Sepa Dios que oscuros pensamientos cruzaban por su mente. Pensamientos que sin duda alguna me incluían. No supe qué decir, ni cómo reaccionar. Todo paso demasiado rápido. Ella se alejó indolentemente, contoneando sus estrechas y juveniles caderas mientras uno de esos ojos maliciosos me contemplaba de soslayo subir al auto e irme a toda prisa.

Mientras conducía de regreso a casa, no podía  dejar de pensar en lo acontecido. Recordaba haber visto a esa chica, fugazmente, un par de veces en algún lugar de esos que visitamos las personas bohemias, pero no recordaba que me la hubieran presentado formalmente, ni haber entablado amistad de ningún tipo con ella. Es decir, realmente no le conocía, así que ella no tenía ningún derecho a decirme “adiós” y menos de esa manera claramente obscena. Seguramente, hasta me observaba el trasero mientras yo guardaba el hielo en la valijera.

Como ustedes entenderán, al ser hombre, hacer este tipo de confesiones es demasiado vergonzoso para uno. Desde niños, la sociedad nos inculca que debemos ser el sexo dominante y el ser víctimas de acoso callejero pone el mundo de cabeza para nosotros. Es por eso que me tomó este tiempo decidirme a hacer público lo sucedido. Les pido, por favor, compartir mi relato, de modo que llegue hasta la persona que me agredió verbal y visualmente. Estoy seguro que ella sabrá reconocerse y reconocer lo que me hizo. Le insto a que me contacte a través de cualquiera de mis cuentas en las redes sociales. Le pido que por favor no se acongoje al encontrarse con muchas fotos de mí y mi hija. Le adelanto que soy papa soltero. Llevo tanto tiempo criando sólo a mi pequeña que he olvidado por completo lo qué hay que hacer cuando uno se siente halagado. En caso que mi atacante me contacté, creo que lo que procede es invitarla a cenar y, con un poco de suerte, quizás hasta a desayunar…


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