Con este amargor tan extraño me voy. Agito la mano y observo la calle aunque nadie acudió a verme partir. Tampoco dije nada. Detesto las despedidas, ese silencio inoportuno alargándose sin razón aparente. Aguardo inmóvil un segundo más. Luego, doy media vuelta y echo a correr con una urgencia repentina que no alcanzo a explicar... Aún no comprendo cuándo mi marcha se convirtió en huida.
NiñoCactus